
Dentro de la extensa obra de Mario Vargas Llosa, escritor peruano que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2010, se cuentan relatos, ensayos literarios, obras de teatro y sobre todo, novelas. Con casi una veintena de estas últimas, ha logrado ser leído por millones de personas, pero como el mismo autor confiesa en un prólogo de 1999 para una edición de este libro, Pantaleón y las visitadoras fue "un éxito de público que no tuve antes ni he vuelto a tener". Tan bien recibido fue el libro que en el año mencionado fue llevado a la gran pantalla por Francisco J. Lombardi, director peruano que ya había adaptado otra novela de Vargas Llosa, La ciudad y los perros.
Pantaleón Pantoja es un capitán del ejército peruano, serio, abstemio, educado, obediente, leal y con un recto sentido del cumplimiento del deber. Por eso, cada tarea que le es encomendada, es llevada a cabo por él con dedicación, celo y con mucha eficacia. Un día, al ejército peruano se le presenta un problema: los soldados que se encuentran en puestos militares en la selva, han comenzado a abusar sexualmente de las mujeres de los pueblos cercanos. Pero para las autoridades militares, el problema no es sólo el de las señoras atropelladas sino “también el de los reclutas condenados a vivir como castas palomas en ese calor tan pecaminoso". Con esa declaración y esta otra en la que se habla de “un extendido problema biológico-psicológico de los clases y soldados que sirven en regiones remotas”, se pone de manifiesto el humor literario de Vargas Llosa que impregna esta novela, basada en hechos de la vida real. Pero lo más divertido no es tanto el problema como la solución.

¿Cuál es esa solución? las autoridades deciden establecer un servicio de prostitución para las Fuerzas Armadas, eso sí, en el más absoluto secreto militar. ¿Y quién es designado para esa tarea? el capitán Pantaleón Pantoja. La admirable dedicación, seriedad, honor, el profesionalismo con que Panta, como lo llama su mujer, cumple la misión encomendada, se refleja en sus informes, desde la concepción del acrónimo SVGAFP (Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines), un eufemismo bastante elaborado, hasta las pruebas con afrodisíacos, ejecutadas con el más estricto rigor científico.
Pantoja se encarga de la logística, ubica un lugar en Iquitos, en la selva peruana, planifica y contabiliza la comida necesaria para las trabajadoras, obtiene un barco para transportarlas a los diferentes puestos militares (una nave del Ejército, repintada, cambiada de nombre); llega incluso a determinar estadísticamente cuánto debe durar el servicio por cada soldado, para, a partir de allí, determinar el número de trabajadoras necesarias para cumplir con su misión en cada puesto... en fin, un manejo corporativo que se exagera hasta el absurdo. Para los lectores no muy experimentados, la novela no resulta tan fácil de leer: hay diálogos que ocurren en simultáneo pero en tiempos y lugares distintos, polifonías, estilos diferentes, mezclando la seriedad de los reportes de Panta con lo sórdido del problema y la solución central de la historia. Sin embargo, todo se hace mucho más sencillo cuando se traduce al cine y se toman los elementos más fílmicos de la novela sin traicionarla.
Ahora bien, como casi siempre, la novela es mucho más rica, porque un elemento importantísimo de la trama, queda fuera de la gran pantalla: el hermano Francisco y la Hermandad del Arca, un predicador que, secundado por una feligresía creyente y fanática, pone el contrapunto al lado más jocoso. Con esa otra parte, la novela equilibra la fe y el pecado, lo divertido y lo grotesco, cosa que no ocurre en la película que se vuelve una divertida comedia. Con las actuaciones, entre otros, de Salvador del Solar, Angie Cepeda, y Pilar Bardem (madre de Javier), esta versión fue mucho más popular que la primera de 1975 y sin duda contribuyó en la adaptación teatral de la novela que tuvo su estreno mundial durante 2009 en el teatro Repertorio Español de Nueva York. En términos generales, si nos ponemos exigentes, la película es agradable, amena, divertida, que no extraordinaria, pero lo original de la historia, el tratamiento del humor a través de la entrega de Pantaleón Pantoja al cumplimiento de la irrisoria tarea que le ha sido encomendada, es algo que no se ve todos los días. Además, si el film ayuda a acercar a lectores curiosos a revisar la obra del Nobel peruano, ese sólo hecho absuelve cualquier posible condena.