Jorge Luis Borges es uno de los grandes escritores de las últimas décadas y digo es porque aunque haya fallecido, su obra se lee hoy, viva y presente. He leído varios de sus libros (algunos más de una vez) y actualmente me encuentro leyendo la edición conmemorativa preparada por la RAE que se llama Borges esencial. El volumen incluye dos de mis libros favoritos del argentino, Ficciones y El Aleph.
En El jardín de los senderos que se bifurcan, primera parte de Ficciones, aparece el memorable relato La biblioteca de Babel, una historia sobre la eternidad y el infinito, como tantas narraciones de su autor, en donde me topé de nuevo con una frase corta pero contundente que da para un debate amplio:
"La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma"
Borges evoca con esas pocas palabras uno de los temas más importantes dentro de la filosofía, la fe y la vida de los seres humanos: ¿está todo escrito? ¿existe una mano, un ser, un mecanismo que ha determinado nuestro camino de antemano y que dirige todas y cada una de nuestras experiencias? ¿o acaso tenemos la libertad de elegir, de hacer nuestra vida? ¿podemos moldear nuestra existencia? ¿o sin importar lo que hagamos, ya todo, desde el inicio al final, está preestablecido y se cumplirá sin desviaciones? Todas estas preguntas están relacionadas y han sido materia de análisis y reflexiones a través de los siglos.
Para algunos, pensar que todo está escrito corresponde a un designio divino, a la voluntad de un Dios omnipotente y omnipresente que además es omnisciente y por tanto determina la existencia de cada uno de nosotros de principio a fin. No podemos saber cuándo vamos a morir, pero Dios lo sabe. No podemos saber si algo nos saldrá bien, o no, pero Dios sí lo sabe. Y el tema está en que no sólo lo sabe, sino que él mismo ha decidido qué va a suceder en tu vida, te guste o no. La fe consiste en aceptar el plan de Dios de forma inapelable. El saber que hay una entidad que establece toda nuestra existencia, nos libera de responsabilidad, pues si pasa es porque tenía que pasar o porque estaba escrito, así que no puede suceder nada en contra de ese plan divino y hay que aceptar que las cosas que pasan, buenas o malas, son parte del plan y que sólo somos piezas en un inmenso tablero en el que son otros los que están jugando.
Pero hay quienes se niegan a creer en eso, no sólo por lo difícil que puede resultar entender y comprender ciertos aspectos de ese supuesto plan, sino poque como dice Borges, aceptarlo nos anula ¿qué importa lo que hagamos si ya todo está establecido de antemano? ¿para qué decidir?, o aún más allá: si cada decisión que tomo, ya está prevista ¿es una verdadera decisión? ¿tengo libertad sobre mi vida? Creer que el destino de cada persona depende de sí mismo evoca la imagen de un forjador que moldea su propia espada y aunque deposita sobre nuestros hombros la responsabilidad de nuestras acciones, también nos entrega el volante de nuestra vida, pues todo lo que nos ocurre depende de nosotros mismos y nuestras decisiones determinan el curso de nuestra existencia.
Para continuar este milenario debate, les pregunto ¿creen que ya todo está escrito? ¿que existe un destino fijado de antemano? ¿o somos los seres humanos quienes con nuestras decisiones moldeamos nuestras vidas? ¿somos marionetas del destino (como dice Shakespeare en aquella película) o artífices del mismo? Los leo en los comentarios.
Reseñado por @cristiancaicedo
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