-_ Brecha Espacio-Temporal _-_ Capítulo 2 _-


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   En el interior de la gigantesca cúpula, las modernas estructuras se proyectaban en alturas vertiginosas. Decenas de vehículos y naves sobrevolaban a distintas alturas el espacio del interior de la cúpula. Robots, individuos de diversas especies alienígenas e híbridos, eran tan comunes como los humanos.

  ―Debes de mejorar la transición entre la pistola cuántica y el sable fotoeléctrico si no quieres ser pasto de los Hav’raa en HD57935e―le advirtió Tutor 223 desde una azotea flotante a su descamisado discípulo mientras éste se alejaba dándole la espalda.

  Pero Humano 131.115 estaba harto por hoy de la meticulosidad de su tutor y sólo quería acostarse a descansar; en un par de días deberían asaltar un nuevo planeta y necesitaba recuperar fuerzas.

  Esa noche, sin embargo, no iba a obtener el preciado descanso.

  Gotas de sudor frío perlaban su frente mientras sus párpados apenas contenían el rápido movimiento de los ojos en su interior. Las imágenes se sucedían fugaz y velozmente: una rosa roja con una gota de rocío sobre uno de sus pétalos, un león rugiendo, un humano asesinando a otro con un objeto metálico, la anciana mujer del pelo blanco con la mano extendida, un manzano lleno de frutos, un extenso océano ondulado, un tucán mirándole de reojo, una explosión nuclear, abejas polinizando almendros en flor, un perro moviendo la cola alegremente, un humano azotando a otro de distinto color, una perforadora agujereando el hielo ártico, de nuevo la mujer del pelo blanco, un vertido negro cubriendo extensiones de agua, nubes de polución, gente asfixiándose, masas de gente disparándose las unas a las otras sobre un ensangrentado escenario, verdes prados llenos de amapolas, aire fresco y respirable acariciando la piel de una bella mujer, un hombre abriendo en canal a un cerdo, un mono con un grillete al cuello, la mujer de pelo blanco acariciándole la cara y susurrándole con una dulce voz que lo inundaba todo…

  Despertó sobresaltado y tratando de recuperar el aliento. El desconcierto le sobrepasaba; desconocía la procedencia o el significado de todas aquellas imágenes. Y aquella mujer…, y su voz…, eran las mismas que vio y escuchó en la planicie.


Continuará...

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