Mujer Prohibida IV [ENG/ESP]

Rosario ya casi iba a comenzar a cantar su nueva canción, bajo la mirada expectante de la audiencia que asistía ese sábado a La Borrasca. No sabía el porqué, pero se sentía nerviosa. Entonces, decide que se relajaría y se dejaría llevar por los acordes de su guitarra, aprovechando aquel momento para mirar a hurtadillas a través de los asientos, buscando su cara. Se sintió tonta cuando no encontró a Mauricio entre el público, pero cuando ya iba a concentrarse en los acordes de Virginia, esté apareció por la puerta principal ataviado de un traje azul que lo hacía ver mucho más guapo de lo que ya era.

La música comenzó a acompañarla y la canción salió de su boca de una manera especial. Podía sentir cada palabra, cada sentimiento; podía sentir pasión por cantar "extraños en la noche" la canción que meses atrás había escrito sin ningún sentido, pero que ahora parecía significar futuro, amor y un romance en puerta.

La canción transcurre entre aplausos y gente en plan romántico. Cuando por fin termina la interpretación, el público le regala sus aplausos y Rosario se siente plena, podía sentir la magia todavía corriendo por sus manos. Virginia la guitarra, su vestimenta, su sombrero, su interpretación. Todo había estado en perfecta alineación aquella noche y de repente, otra vez, el mismo ritual de la noche anterior. Su jefe de nuevo entrando con Mauricio en su camerino, está vez trae un auténtico ramo de rosas en sus manos.

Las rosas más preciosas que alguien le pudo regalar alguna vez y se siente afortunada de vivir aquel instante. Aunque sabe que algunas personas son efímeras, Mauricio le hacía soñar en libertad y sin pensar en lo que le faltaba. Y no puede evitar sonreírle. Él, su canción, Virginia, la música, de nuevo todo se alineaba para crear la noche perfecta. Ella era el personaje principal de su vida e iba a conseguir que sus sueños se hicieran realidad sin importar lo que pasará.

Mauricio se siente afortunado, ha llegado justo cuando Rosario iba a comenzar a cantar. Se había tardado buscando el ramo de rosas que había pedido unas horas antes en una floristería cercana. Se siente aliviado, no se hubiera perdonado perderse la presentación, aunque en aquella oportunidad no hubiera podido reconocer de que canción se trataba.

Se asegura de colocarse un traje que le haga sentir cómodo, ha optado por uno azul que le encanta. Lleva el cabello húmedo y a medio peinar, esa noche tenía ganas de ser él, sin caretas, ser ligero, ser como el viento que sopla, ser libre. Entonces, Rosario termina de cantar su primera canción y sale rumbo a su camerino. Él la sigue junto a Eduardo y le entrega su presente. Ella lo mira sonriendo y sabe que al menos le han gustado las flores.

Hablan un poco, pero debe irse. Rosario debe volver al escenario y cantar otro tema más movido. Una canción que, si pudo reconocer, "Saving All My love for You" de Whitney Houston. Entonces entiende, que en aquella noche el tema era el romance. Mientras tanto, las parejas inundaban la pista y bailaban al ritmo de la dulce voz de su mujer prohibida. Y él solo puede pensar en cuanto quisiera bailar aquella melodía junto a ella.

La noche terminaba para Rosario, que siempre dejaba de cantar pasadas las 1:00 horas. Y comienza de nuevo el ritual, un café, una sonrisa, un tema de conversación, un chiste. Pero, en aquella oportunidad, también habría una canción, una balada romántica, un baile. Las horas se pasaron volando y llegan las 3 menos 15 horas. Otra vez camino a casa de Rosario y risas por doquier. Mauricio pronto reflexiona que no era ella la que estaba prohibida para él, era al revés, él se sentía así. Ya no era un hombre prohibido, ahora era una oportunidad de amor.

—Lo que me has dicho anoche, me ha dejado pensativo...

—¿Qué exactamente? —Rosario finge desinterés y comienza a preparar su huida, ha llegado a su casa—te he dicho muchas cosas anoche.

—Eso de que tengo demasiados problemas en mi vida actualmente. Creo que no los tengo, creo que me he liberado de mis cargas y me gustaría tener la oportunidad de conocerte. Me gustaría comenzar de nuevo, salir, comer, compartir el día.

—Bueno, tú me caes muy bien. Sería cuestión de cuadrar nuestras agendas...

—Además, Rosario, sé que piensas que todos los hombres somos iguales. Pero, la verdad es que yo no soy todos los hombres, ni tú eres todas las mujeres. Y considero que tenemos que darnos el beneficio de la duda.

Rosario lo interrumpe y lo sorprende dándole un beso en la boca, un dulce y prolongado beso que hace callar a Mauricio de inmediato. Este se queda sin palabras y Rosario intenta bajarse del auto a toda prisa, pero esté la detiene y la hace volver.

—Perdona, pero es que no te callabas. Te he dicho que sí que podemos conocernos y ver qué pasa. Además, eres el primer hombre que no me promete villas y castillos, eres realista y eso me gusta. Dejemos que las cosas fluyan, si funciona habré ganado al amor de mi vida y si, por el contrario, no funciona, cada quien sé ira por su lado. Por cierto, la primera canción que he cantado hoy es una canción original, te la dediqué en secreto…

—Eso es lo más hermoso que alguien ha hecho por mí. Pero, que no has dejado terminar. En fin, mucho gusto, mi nombre es Mauricio Flores. Tengo 25 años, soy de Altagracia, pero me fui a vivir lejos de aquí a los 18 años. No tengo novia, estoy soltero. Mis padres querían que me casará con una chica del pueblo, pero no la quiero y tampoco quiero quedarme aquí cuidando vacas. Soy libre como tú, libre para hacer lo que me plazca. Mis padres son un poco pijos, pero si las cosas funcionan entre nosotros sé que te amaran, de la misma forma en que sé que mi perro Dober te amará. Me gusta el café, casi no me gusta el alcohol, soy cinéfilo y también me gusta mucho la música. Pero, sobre todo Rosario, soy un hombre libre.

Rosario se había quedado muda, le sonríe, le estampa otro beso y le deja allí inmutado con su número telefónico en una tarjeta de presentación. La mujer prohibida se había bajado del auto, se había metido a su casa y Mauricio estaba que no se lo creía. Había obtenido un sí, para lo que fuera que la vida le tuviera preparado a ambos.