— ¡No te atrevas abrir esa puerta! —exclamó con temor.

Un grito aterrador desgarró los nervios de ambos mientras el escalofrío les recorre el cuerpo. La sombra de la cruz antes sus pies les advierte el peligro.

—¡No seas miedoso, vamos, entremos!—respondió, fingiendo valor.

Las penumbras oscurecían el ambiente ante la inminente caída del Sol, una brisa gélida golpea sus rostros provenientes de los ínfimos resquicios de la puerta doblemente asegurada. Con temblor toma el manojo de llaves recibido del vetusto mayordomo, quien abandonó a prisas el caserón no sin antes advertirles, pero ambos entraron para nunca salir.

Deseas participar haz clic aquí para que conozcas las bases del concurso.