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De todo ese campo no había un joven mas bondadoso, mas noble y mas amable que Esteban, un joven campesino de 20 años apenas, y que todo su gran sueño consistía en salir de aquel encierro en el cual había permanecido toda la vida, según le había dicho el abuelo.
Era el menor de cuatro hermanos y siempre soñó con irse a la ciudad, en busca de aventuras, y una chica de esas rubias que el cabello les cambiaba de colores según la temporada.
Había estado ahorrando para su viaje a la gran ciudad, ese sueño que tenia entre manos desde muy niño, alentado por las historias que contaba el abuelo, ese viejo campesino que era el único de todos los habitantes del pueblo que había logrado llegar a la gran ciudad y que por circunstancias que solo el conocía, (nunca se tomó el trabajo de aclarar), se vio obligado a volver, como ocultándose del mundo exterior, y así como se había ido, así volvió, su nombre era Anaximenez.
Aquel viejo les llenaba la cabeza de ideas a los chicos del pueblo, diciéndoles que todas las cosas buenas del mundo estaban en la ciudad, y que a ese pueblo Dios lo había olvidado desde el mismo día que lo creo y que el tiempo que estuvo viajando por el mundo, pudo conocer las virtudes del progreso, dejando ver a quienes lo escuchaban, que en ese pueblo se les iría la vida en no hacer nada, y que lo máximo que alcanzarían en ese maldito pueblo, seria embarazar a una campesina y con un poco de suerte, llegar a viejos.
Y es que justo antes de desaparecer, el pequeño Esteban le había escuchado decir a la abuela que: "ese bosque encantado, no permitiría que nadie saliera de ese pueblo, al menos con vida".
En aquel invierno, Esteban ya tenia todo listo para irse, ya había vendido la cosecha de ese año, la mejor de todos los tiempos, había dado una parte de todo al viejo, y se disponía a salir, cuando el anciano Anaximenez le advirtió: "No le comentes a nadie que intentaras salir de este maldito pueblo, recuérdalo bien, pase lo que pase, no hables con nadie".
Pero al salir a la plaza la vio, era la hija de Anastasio, el dueño de casi todo en aquel pequeño pueblo, sus ojos azules como el mar (que pronto conocería), su cabello negro como la mas bella noche y aquella mancha en forma de media luna, que apareció de repente en su cuello, ya que no lo tenia cuando era una chiquilla, "era perfecta". En realidad ella no era su hija, el viejo anaximenez una vez borracho, le contó que ellos la encontraron una noche en las afueras del pueblo, y la adoptaron como su hija.
Todos en el pueblo decían que aquella niña, había sido marcada por el demonio con aquel extraño lunar, y por eso los chicos la rechazaban, casi nadie en el pueblo la trataba, y que por esa misma razón sus padres la mantenían oculta de todos, hasta ese día.
Fue en la plaza, el venia saliendo de visitar al abuelo y fijó sus ojos en aquella criatura que lo observaba desde la ventana de su cuarto, él la saludó y ella le respondió con una sonrisa, este quedó maravillado con ella y el misterio que la envolvía.

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Al día siguiente, bien temprano se fue a visitar al abuelo, pero ya tenia entre manos tratar de hablarle a aquella chiquilla, tratar de conocerla y tal vez, solo tal vez, fugarse con ella el sábado, cuando saliera definitivamente de aquel pueblo olvidado por Dios, así que le preguntó al abuelo sin rodeos, como salir de aquellos campos y cual era la mejor manera de dirigirse a la ciudad.
Pero en su corazón estaban ocurriendo cosas, la sonrisa de la chiquilla, se le quedó en la memoria y ya no le dejó dormir.
El viernes se dirigió a casa del abuelo, volvió a verla en la ventana, ella disimuladamente le hizo una señal para que se vieran detrás de la casa, sin que nadie lo notara, el asintió con la cabeza. Así que entró a la casa del abuelo, saludo disimuladamente y salió por la puerta de atrás, ella ya estaba espérandolo.
Y si la vez que la vio por primera vez en aquella ventana no bastaba, al contemplarla de cerca y sentir aquellos ojos azules viendo directamente a los suyos, no tuvo mas remedio, se enamoró perdídamente de aquella criatura, que al parecer, también le correspondió en el acto. No perdió el tiempo con rodeos y le hablo de su plan de escapar de aquel pueblo olvidado de Dios, también le habló sobre el mar, y todas aquellas fantasías que le había contado el viejo, de los cabellos de colores, de la electricidad y todas las comodidades de la ciudad, así que todo estaba servido para su escape el sábado en la noche, y que pronto serian muy felices.
Así llegó aquella noche del sábado, ella le había dicho que Anastasio se iría al pequeño bar del pueblo, que también era de el, y como todos los sábados, brindaría una ronda a todos los presentes y lo sacarían de allí ahogado de borracho, así que dormiría, por lo menos hasta el mediodía, tiempo suficiente para no notar la ausencia de su única hija.
Esa noche salió hacia el camino que el viejo Anáximenez le indicó, ya ella le estaba esperando, era el mismo sitio donde Anastasio la encontró años atras. Y sin mayor demora comenzaron a andar, tomados de la mano, así anduvieron por horas, el no podía creer que aquella hermosa chiquilla, se hubiera atrevido a escaparse con el de la noche a la mañana, no podía con tanta felicidad, hasta que al llegar a un claro de aquel extraño bosque notó algo extraño, cayó en cuenta que de alguna manera, aquella chiquilla lo estaba arrastrando cada vez mas y mas hacia lo profundo de aquel bosque, y que este cada vez se hacia mas lúgubre y tenebroso.
Trató de regresar, pensó que retomando sus pasos, encontrarían el camino inicial, que los llevaría a la gran ciudad. Pero por mas que lo intentaron, no lograron salir de aquel bosque, ya que el único camino que conducía a alguna parte era el de retorno, hacia aquel maldito pueblo, lo intentaron todo y nada lograron, fue cuando el le propuso esperar hasta el amanecer, tal vez con la luz del día, todo cambiaría.

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Estuvieron esperando por un tiempo que no sabrían definir si fueron minutos, u horas, el hecho es que en aquel bosque maldito, el tiempo pareció detenerse, ya que el amanecer nunca llegó. De pronto y sin aviso, del bosque emergió una figura como de una anciana, con el cabello gris, y un brillo espectral como el de una diosa que se plantó entre Beatriz y Esteban, separándolos con una fuerza espiritual infinita, ella ante la presencia de aquel espíritu, sufrió una extraña transformación, sus cabellos negros como la noche, comenzaron a brillar al mismo tiempo que aquel espectro que había emergido de lo mas profundo del bosque, y ella comenzó a desvanecerse en el aire, desapareciendo junto con aquel espectro, dejando al pobre Esteban en la mas absoluta oscuridad, perdió el conocimiento y no despertó hasta mucho tiempo después.
Cuando despertó, perdido y desorientado en aquella oscuridad, y al ver que Beatriz ya no estaba, que la había perdido, sintió la tristeza mas grande que podía sentir ser humano alguno, asustado y muy confundido, se adentró en aquel bosque encantado, donde estuvo perdido por muchos años.
En un principio, le costó mucho adaptarse a la oscuridad y a las criaturas del bosque, de las que solo podía ver sus pupilas, pero con el tiempo sus ojos se adaptaron mejor a la oscuridad, y ya podía distinguirlas. Era un lugar increíble, habitado por toda clase de criaturas fantásticas, algunas muy hermosas que brillaban a su antojo en la oscuridad y otras mortalmente peligrosas, pero mantuvo siempre la esperanza de salir de aquel lugar en el que no existía la luz del sol, y que estaba condenado a la oscuridad eterna.
Con el tiempo, había hecho algunas amistades con estas criaturas, que en principio lo ayudaron a alimentarse y le ayudaron a sobrevivir, Esteban se fue adaptando con bastante facilidad, aunque a pesar de su juventud y espíritu aventurero, seguía siendo un alma muy triste.
Solo había un sitio a donde no podía ir, una parte del bosque a la que ninguna criatura tenia acceso, una zona, que todos tenían como prohibida. Se encontraba limitada por marcas de garras, orinas y heces, y que ninguno de los animales se atrevía a pasar, ya que le tenían mucho temor, y que por todos los medios posibles trataron de advertirle que no entrara, ya que ninguno de los que lo intentó fue vuelto a ver con vida, en fin, le temían mucho a aquella ciénaga y a una criatura horrible, que habitaba en aquel lugar, pero que Esteban entendió (para sus adentros), que era la salida hacia la ciudad, hacia sus "cabellos de colores".
Con el pasar de los años, se hizo viejo y aunque ya había hecho buenos amigos en ese lugar sin igual, en el fondo, no abandonaba la idea de burlar a la criatura, y sabia que tarde o temprano debía enfrentarla.
En aquella ocasión el viejo Esteban despertó sintiendo mucha nostalgia, añoraba la luz del sol sobre todas las cosas, y no quería morir sin alcanzar a ver, aunque fuera a lo lejos, las luces de la gran ciudad, y aquellas maravillas de las que tanto le había hablado Anaximenez, aunque ya al final de sus días, solo se conformaba con ver, aunque fuera a lo lejos, las luces de la ciudad, de aquellos sueños que lo arrastraron a quedar atrapado en aquella maldición.
Así que se echó al hombro todo el cansancio de aquellos años, y sin mas, se dirigió hacia aquella ciénaga, donde seguramente moriría.

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Avanzó un largo trecho sin ser detectado, cuando de pronto sintió detrás de él la presencia de algo monstruoso, era aquella criatura formidable, que se abalanzó sobre el, este como pudo, corrió, con todas las fuerzas que le daban sus viejas piernas, pensando, soñando, y ya estaba a punto de entregarse a una muerte horrible en las garras de aquella criatura, cuando divisó, en el último momento, las luces, si ahí estaban, el tenia razón, hizo un último esfuerzo, hasta que alcanzó un tramo del bosque donde se lograban percibir las luces, la claridad, ante aquello la criatura ya no pudo alcanzarlo, (no le era permitido pisar aquel lugar), Esteban supo, que se había salvado, que había logrado salir de aquel bosque fantástico, y se desmayó, vencido por el cansancio y el dolor.
Despertó en la vieja cama de alguien que conocía bien, era la habitación del viejo Anaximenez, que estuvo cuidándole mientras dormía.
Esteban se incorporó de un salto, corrió al viejo espejo de la sala y se dio cuenta de que todo había sido un sueño, salió de la casa, miró hacia la ventana y ahí estaba ella, sonriente, y ya empezaba a soñar con salir de aquel pueblo, con aquella hermosa criatura, hacia aquellos cabellos de colores, cuando el viejo Anaximenes, se le acercó y le dijo muy quedamente al oído: "Te dije que no hablarás con nadie".

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