Cuento corto #1: Pan de pasas

Pan se pasas


Esta historia sucedió hace mucho tiempo, cuando era un niño. Ocurrió en el pequeño pueblo rural en el cual me crié, un lugar muy bonito donde todas las casas eran pequeñas, pero con enormes jardines y muchos árboles frutales. Habían muchas granjas más allá del vecindario, a donde los niños solíamos ir a jugar los juegos típicos de la época; a esconderse, policías y ladrones, o a la pelota. A veces íbamos a la granja del viejo Pascual, a molestar a un enorme toro sin cuernos que tenía, arrojándole ramitas y gritándole para hacer que corriera tras nosotros. Por suerte, nunca nos alejábamos demasiado del alto cercado, que en más de una ocasión nos salvó de un buen golpe.

Siempre nos veíamos después de la escuela, en la encrucijada de la granja de la viuda Cambridge. Ella era una mujer alta, de ruda apariencia y con muchos trabajadores bajo su mando. Era madre de dos niños, Daniel y Julieta. Yo estaba enamorado de Julieta, así que siempre la acompañaba cuando ellos salían a jugar con nosotros.

Cuando los Cambridge y los nietos del viejo Pascual nos acompañaban, íbamos a la casa abandonada del río, un lugar aterrador al que solo entrábamos cuando el grupo era grande; sin embargo, no perdíamos la oportunidad de bañarnos en el río los fines de semana, sin importar si éramos muchos o pocos.

Nos divertíamos bastante en esos tiempos, ya que el pueblo era fascinante; pero como casi todo en esta vida, también tenía su lado oscuro, al menos para nosotros. Cierto día, uno de los adultos nos entregó una canasta de frutas para que la lleváramos hacia la casa de una ancianita del pueblo, la señora Carmona. Era la más anciana del pueblo y todos decían que estaba loca, pues tenía actitudes que no eran normales; a pesar de esto, solía cocinar cosas muy sabrosas, como suaves pasteles y crujientes dulces de harina y mermelada.

El día que llevamos la canasta, la señora nos invitó a entrar y nos regaló a cada uno un delicioso pan de pasas. Confieso que no había probado hasta entonces algo tan rico y de sabor tan peculiar. Todos los devoramos en poco tiempo e incluso pedimos otro, pero la señora se disculpó por no haber hecho más. Entonces nos retiramos, agradecidos por haber probado tan rico pan.

La rutina continuó en nuestras vidas y con frecuencia preguntábamos a los adultos si tenían algún encargo para la señora Carmona, algo que usábamos como excusa para ir a su casa y comer de nuevo el tan anhelado pan de pasas. No siempre tenía cuando llegábamos a su casa, pero en esas ocasiones se ofrecía a hacerlo y nosotros con gusto lo esperábamos. Lamentablemente, nada era eterno.

Cierto día, cuando venía de la escuela, la señora Ruth me encargó entregarle un medicamento a la señora Carmona. Para entonces todos sabían que a nosotros nos encantaba ir a donde la señora Carmona, así que nos encargaban llevarle cosas. De camino a su casa, me entretuve con la idea de comer su sabroso pan de pasas, incluso, me atreví a soñar que podría comerme no solo uno, sino dos y hasta tal vez tres; sin embargo, cuando llegué a su casa, vi que había una ambulancia al frente y que sacaban a la señora Carmona en una camilla. Noté que la cubrieron con una sábana blanca antes de subirla a la ambulancia y entonces, por curiosidad, fui a preguntar a uno de los uniformados qué había pasado. Él me contestó que la encontraron muerta en su cama y que se enteraron gracias a otro niño que había estado tocando su puerta insistentemente, pero sin tener ninguna respuesta. Fue entonces cuando vi en manos de uno de los uniformados, el frasco de pasas que la señora Carmona acostumbraba a usar para su receta de pan de pasas.

—¿Me regala unas pasas? —le pregunté al señor.
—Lo siento niño —me contestó el oficial—, estas no son pasas, son verrugas.

Nunca más en mi vida volví a comer pasas, ni pan...



Cuento de autoría propia

Imágen extraída de Pixabay (Reconocimiento a su autor)



Este es el primero de muchas cuentos inéditos que estaré posteando por acá, espero les gusten y que pueda contribuir de alguna manera con esta maravillosa comunidad.

¡Hasta la próxima!

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