La familia Rosales, era uno de los núcleos familiares más acomodados de La Villa, vivían en buena zona rodeados de mucha vegetación, pensábamos que eran herméticos con las personas hasta que nuestra hija Odesa logró vincularnos cordialmente con ellos. Ella tenía un noviazgo secreto con Diego Rosales; el mayor de los tres hijos, un romance que tardíamente mi hija nos desveló. Lorena; mi esposa, estaba tan sorprendida como yo, pero al mismo tiempo nos atrapó la curiosidad, pues era el momento idóneo de conocer un poco más a aquella aislada y enigmática familia.

Muchas cosas se contaban de los Rosales, se decía que eran los realizadores de un crimen que fue cometido en un pueblo aledaño al Valle, pues era muy extraño que las personas asesinadas estuvieran tan vinculadas con ellos, sin embargo, según las investigaciones policiales, todo aquello era argumentos sin sentido, por lo que absolvieron a los Rosales de cualquier sospecha. Otros decían que eran descendientes de nigromantes y que despertaban a los muertos para pedirles favores ultraterrenos, algunos extremistas aseguraban de que por culpa de los Rosales, la señora Marta haya quedado de repente catatónica por haber visto al fantasma de su marido muerto. Muchas cosas extrañas la gente atribuía a los Rosales, por lo que se convirtieron en un enigma bastante fascinante para desentrañar.

La relación de Odesa con Diego Rosales nos permitió establecer ese vínculo y desvelar el misterio que tanto ansiábamos descubrir, pero no sabíamos que las cosas repentinamente llegarían a un nivel aterrador. Después de darnos la noticia, Odesa confesó que Margarita Rosales; madre de Diego, nos había invitado a cenar a su casa. No podíamos aceptar un no como respuesta para no ser maleducados, además que era bien claro que esta relación era muy importante para ella. No lo pensamos mucho y aceptamos, la cena estaba pautada para el día siguiente por lo que teníamos tiempo mi esposa y yo para poder prepararnos.

Los Rosales parecían personas finas, así que decidimos llevar nuestra mejor ropa. Al día siguiente, yo fui a la barbería y Lorena al salón de belleza. Nos sentíamos nerviosos y a la vez emocionados. Decidimos no comentarle a nadie que íbamos a cenar a casa de los Rosales, puesto que los rumores se distorsionarían creando una falacia contraria. Llegó la noche para los últimos toques finales. Odesa ya se encontraba con Diego en su casa, lo cual nos hizo enojar porque creíamos que iríamos juntos. Decidimos guardarlo cuando la viéramos y marchamos en auto hasta la casa de los Rosales.
El camino era bastante pedregoso, de verdad que era una zona muy aislada. Llegamos a un imponente jardín donde sus flores expulsaban un polvillo luminiscente parecido a la luz que emiten las luciérnagas. Ambos nos quedamos maravillados, era algo que jamás habíamos visto en El Valle. El hermoso jardín parecía pertenecer al territorio de los Rosales, lo cual nos dimos cuenta más adelante.

Nos paramos frente al portal, tocamos la puerta varias veces. Nadie salió a abrir, así que atisbamos por la ventana y notamos que las luces estaban encendidas. Hacia el fondo todo estaba muy oscuro, no había movimiento alguno. Comencé a sentir pánico al ver una pierna sobresaliendo de una puerta y estremeciéndose. Decidí derribar la puerta y, después de varios golpes, logré mi cometido. Todo el ambiente estaba inundado por ese polvillo luminoso, al final encontramos a Odesa sentada inconsciente en el comedor, acompañada por los demás miembros de la familia Rosales. Aún seguían con vida, solo estaban desmayados. Después de varios minutos, Lorena y yo, comenzamos a sentirnos muy mareados.