
Hay hambre.
El estómago ruge en vertiginosas crestas. Infelizmente embravecido, ese mar recibe con asombro náufrago cada piquete de las aves desesperadas.
Hoy, hambre.
Mañana, el océano. Picamos la historia en dos, pero, después de la tormenta (tortura), viene la calma, sea cual sea su sabor.
Ay, hombre...
Echa la red de tu ayuno.
No pican los peces, no caen los gordos. ¡Ayúdanos, pescador de almas!
Foto: trocitos de ají, una comida al día. Caracas-Venezuela, Mayo 2018