Se largó a caminar y la madrugada estaba poblada, como un bosque terrible, las uñas tañendo alaridos sin ensayar, escenas sin bastidores donde los cambios hay que hacerlos a la vista del horror, pero un acto sigue a otro y a otro y quien se despoja de su vestuario o elementos desnudo y desprovisto queda. El apuro es infinito. La dirección está a cargo de todos y de ninguno.
Se largó a caminar, tratando de encajar frases de su parlamento de emergencia. Líneas torcidas. Iba caminando desorientado, solo seguro de que cuando andaba el tiempo se detenía en la oscuridad alrededor de él y dentro de sí, señalándose como apuntador ausente.
De nuevo el amanecer se estiró incómodo e indirecto y lo sorprendió con vida, pero la costumbre ya le arrebató el encendido horizonte. Ahora sólo queda una ventana pequeña y sucia a la que llama cielo y a veces lo invita a escapar del drama de los días de encierro en su desquiciante letargo, de la tragedia de las noches cerradas de su loco insomnio, de sus autores anónimos...