
Esta película trata varios temas recurrentes en la obra del director como el sentido de la vida, la muerte, la amistad y el amor. Pero principalmente habla sobre Dios y la fe, o la pérdida de ella.
Antonius Block es un caballero que, junto a su escudero, acaba de volver de las cruzadas y encuentra su país asolado por La Peste Negra. La edad media como período histórico y la Europa inquisidora como escenario, constituyen el marco perfecto para una cinta cuyo principal argumento es la crisis de fe por la que atraviesa el caballero.
Tras diez años de haber combatido en las Cruzadas, Block no vuelve con su fe reforzada. Todo lo contrario, lo atormentan las dudas. ¿Es posible que Dios no exista?, no se trata, en el caso del caballero, de una crisis de fe como la que puede atravesar una persona hoy día; recordemos que es un caballero que acaba de batallar en las cruzadas defendiendo a un Dios en el que ahora no cree. No sólo ha perdido su fe, sino que toda su vida ha carecido de sentido porque ha luchado por una causa vacía. Si Dios no existe, su vida no ha tenido ningún propósito.
Lleno de dudas, le llega su hora y a su retorno a Europa se encuentra con la Muerte. Block entonces le propone, de manera arrogante, jugar una partida de ajedrez, asegurando ser un jugador superior a la Muerte, de quien sabe que le gusta jugar ajedrez porque lo ha visto en las pinturas y lo ha oído en las canciones. Mientras se mantenga la partida, Antonius tendrá tiempo de hacer algo significativo con su vida; pero si pierde debe irse con el oscuro mensajero. Mientras tanto, se establecen unos diálogos estimulantes entre el caballero y la Muerte sobre las grandes cuestiones de la vida: la muerte y la existencia de Dios. Son, sin duda, las mejores secuencias de la cinta y se evidencia en frases como las siguientes:
¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con los sentidos?
¿Por qué no logro matar a Dios dentro de mí?
Yo quiero entender. No quiero creer.
Todas ellas provienen de un hombre que ya no puede creer en los milagros que no pueden ser vistos o en aquello que no puede ser demostrado. Sencillamente, no puede seguir confiando en un Dios que guarda silencio ante sus dudas. Es un hombre que necesita saber, porque no soporta la idea de que ahora, cuando ha llegado su última ahora, deba partir hacia la nada. ¿Qué hay más allá de la muerte? Ni siquiera la misma Muerte le contesta esa pregunta. Si al morir, nos espera el vacío ¿qué sentido tiene haber vivido confiando en la promesa de que después habría algo más?
Además de la clara referencia en el título de la cinta al libro del Apocalipsis, se presentan otras señales que revelan el fin de los tiempos, creencia propia de la Edad Media: ven ponerse cuatro soles; la visión de la Virgen María junto al niño; una mujer ha parido una cabeza de ternera; queman a una bruja en la hoguera por haber traído la peste; y por supuesto, la presencia de la muerte como personaje, jugando una partida de ajedrez contra un hombre, como simbolismo de la inevitabilidad del final: la muerte siempre gana.
Tanto en las imágenes como en el guión abundan los momentos profundos y poéticos, aún más que en otras películas del director. Las alegorías y los simbolismos, son tan cuantiosos que haría falta escribir otros posts para analizarlos todos. Si el rostro de Antonius Block resulta familiar, se debe a que Max von Sydow es uno de los actores suecos con mayor filmografía, tanto en Suecia como en Estados Unidos. Quizás no se le recuerde inmediatamente como uno de los personajes menores de Fresas Salvajes, también de Bergman, pero sin duda se le recordará como el abuelo de Oskr en Tan fuerte, tan cerca, como el recordado Padre Merrin en El exorcista, o más recientemente como El cuervo de tres ojos en la aclamada serie Juego de Tronos. Bibi Anderson y Gunnar Björnstrand colaboran de nuevo con Bergman en esta película.
Nuevamente es Gunnar Fischer el encargado de la fotografía en esta película que le valió a Bergman las Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos a Mejor película extranjera y Mejor director extranjero en 1961, además de otros galardones y nominaciones. Por la actuación del protagonista, el contenido poético del guión y de las tomas, el tratamiento profundo de temas siempre vigentes y la forma en que se presenta el debate entre conocimiento y fe, vacuidad y sentido, le otorgo 8,5/10 puntos a esta película que me gustó un poco más que las otras que he visto de Bergman y reconozco, sin lugar a dudas, que es una de esas películas que hay que ver.