Primera cacería | Relato corto |

Primera cacería

   


Imagen original de Pixabay | Dieter_G

   

    La noche era gélida con un atisbo de neblina que atravesaba los árboles, muertos en su mayoría, al tiempo que las nubes ocultaban la luna. El hombre observaba el cielo, esperando.

    —¿Seguro que hoy es un buen día, padre? —le preguntó el muchacho que sostenía el arma.

    —Hoy es el día, hijo —respondió —. Tú sujétate bien ese rifle y vigila a la presa con los binoculares —le dijo mientras respiraba hondo aquel denso aire y añadió —: sino será más difícil encontrarla después.

    Él le hizo caso y vigiló. La veía caminando con cierta precaución por un borde de la carretera, aunque ignoraba el peligro que cernía sobre si. A medida que avanzaba, ellos lo hacían también ocultos por el follaje.

    —Pronto llegará al pueblo —replicó otra vez el muchacho —. La perderemos.

    —No —aseguró el padre, sonriendo —. Ya la tenemos —la oscuridad iba desvaneciéndose mientras la luna llena sobresalía de entre las nubes —. Mira al cielo, Kalé —dijo y guió la cabeza de su hijo en dirección a la gran roca luminosa.

    Lo siguiente fue una sucesión de sentimientos extraños. De pronto el aire dejó de parecerle denso, no le dolían las articulaciones, de hecho el tacto del frío barro en la planta de los pies era algo reconfortante. Se deshizo de los binoculares, veía a su presa a la perfección y, lo más importante, la olía. Se sintió más fuerte, más ágil y hasta más inteligente. Miró a su padre, ya no tenía que subir la vista para verle a los ojos, al contrario, le sacaba un palmo de altura. Sentía que algo hervía dentro de él, un impulso, una sensación incontrolable de cazar.

    —¡Este es el poder de generaciones en nuestra familia! —exclamó.

    El joven, ahora convertido en bestia, aulló. El retumbante sonido alertó a la mujer que andaba por el borde del camino y echó a correr.

    —Eres un cazador y tu presa intenta escapar —le espetó —. Sabes qué hacer.

    Corrió y persiguió a la chica que, al verle, se adentró al bosque. La cacería no duró mucho tiempo más, la mujer murió con el miedo marcado en los acuosos ojos cuando el licántropo se le abalanzó. Kalé, al verse victorioso, aulló nuevamente. Un ensordecedor AUUUUUUUUUUUU recorrió los árboles y él se degustó con el sabor de la sangre que manaba de la carne fresca.

   

XXX

   

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