Juegos de Salón -- Relato por @f3nix, @tristancarax y @salvao

Hola a todos, para el día de hoy traigo algo especial en lo que estuve trabajando estos días con mi nuevo colega @tristancarax

Viene siendo habitual mi participación en los concursos de haikus de @bananafish, donde aceptan propuestas en castellano, además de en inglés. Pues bien, resulta que estos chicos también organizan un concurso de escritura, Finish The Story, pero aquí solo aceptan participaciones en inglés. Yo más o menos me defiendo en ese idioma, aunque ni mucho menos como para saberme con la soltura suficiente como para desarrollar escritos literarios de buena calidad. Así que mi afán por participar y la reciente relación amistosa con Tristancarax nos llevaron a mi nuevo "compi" y a mí a lo que ha resultado en esta publicación.

Decidimos escribir juntos una participación para el citado concurso, donde (con ayuda de traductores online) cada cual escribiría una parte del relato, que es la conclusión (de unas 500 palabras) a un inicio propuesto por @f3nix, organizador del evento. Primero yo comencé escribiendo unas casi 300 palabras y luego tristan completó. Finalmente cada cual presenta la versión traducida en su idioma respectivo:

Versión en inglés -- traducción final de @tristancarax



Versión en castellano -- traducción final de @salvao


Juegos de Salón

(Primera parte propuesta por @f3nix)


"Cinco... veintiocho.. veintidós... doce... setenta y nueve..."

La superficie moteada del marcador luce como la de un mármol cristalino. Es difícil saber dónde comienza y dónde terminan los dedos de la mujer. Un mantel que cubre toda la mesa vuela sobre los cartones de bingo. Los bordes se mueven en una caprichosa cinta de Moebius. Dedos que emergen como finos rizos sobre la superficie plastificada cada vez que el marcador la roza. El instrumento obedece al ángulo y a la presión impuestos, produciendo el sonido de una lengua de gato lamiendo una ventana. Entre un número y el oro, la mujer se aferra a esa imagen como un náufrago anclado en una roca viscosa.

"Treinta... treinta y uno... noventa y ocho... dieciséis... cuarenta..."

A pesar de no tener ventanas, las paredes de la habitación quedan iluminadas por un arabesco de líneas pulsantes. Cuando la trama se separa de las paredes, se incrusta en la alfombra naranja y converge con un obelisco humanoide en el centro de la sala. Las muñecas finas de la mujer se flexionan en sincronía, marcando los números en los cartones cada vez que el obelisco los puntea en un eco fibroso propagador. El órgano carnoso de esta criatura es el único sello en la cara de un maniquí completamente liso. Su boca se despliega a través de una completa circunnavegación de la cabeza opaca. Sus labios son las válvulas de una ostra agonizante.

"Seis... treinta y tres... sesenta y seis... ochenta y seis... cuarenta y uno..."

Los delgados dedos de la mujer mueven un mechón de cabello de vuelta a la oreja. En el tiempo de un suspiro, la caricia permanece en su sien sin que el marcador pierda su ritmo. A veces, un nuevo cliente entra y toma asiento en una mesa, hundiéndose en alguna de las sillas de cuero sintético que infestan el lugar. Muy pronto, su cara comenzará a derretirse, goteando sobre los signos elusivos de la tarjeta, convirtiéndose en uno con ellos. En uno de esos momentos efímeros entre un número y el otro, la mujer pudo levantar la cabeza y mirar más allá de la puerta del bingo. El exterior es la vocal muda de una cegadora expansión blanca.

A veces le cuesta recordar su llegada. El gato que lame una ventana reaparece en su mente hasta que un número se la lleva. «Si hubiera ventanas en el pasillo, ¿se filtraría la luz blanca a través de ellas y lo llenaría?»

"Ochenta y uno... trece." De repente, la electricidad de una mirada la atraviesa. Es un hombre de la mesa de al lado. "...ty .. noventa y dos..."

El marcador vacila en el aire apenas lo suficiente como para hacerla perder un número.


(Segunda parte por @salvao y @tristancarax)


Algo que sólo le había pasado antes en dos ocasiones. Perder un número… La primera vez fue cuando ella tenía doce años y él entró en la habitación sosteniendo la mano de una señora que debía ser su abuela. Se sentaron frente a ella y su madre. Se hizo obvio que nunca antes había jugado al bingo cuando miró el desorden que había delante de chico, que comenzó a marcar números con impaciencia. Sus manos y su voz temblaban de emoción y sus ojos brillaban como los de un niño que entra por primera vez a un parque de atracciones.

Se preguntaba si él estaba leyendo sus pensamientos esta noche. Era la primera vez que la miraba así en todos los años que venían coincidiendo en este salón.

La segunda vez irrumpió en el centro del escenario de la primera línea de su mente: todo el mundo estaba jugando al "Bonanza Bingo". La señora que cantaba los números ese día envió un aluvión imparable de ellos, en espiral, uno tras otro; tan inmenso como mil ejércitos con arietes golpeando la puerta de un castillo. Ella dejó de tratar de seguir el ritmo y se quedó observando. Estaba a punto de completar uno de sus cartones cuando una punzada premonitoria (al menos eso pensó ella) le asaltó en el centro exacto de su corazón, paralizando también el latido que desde hacía bastante tiempo se había tornado de una regularidad milimétrica. Aquélla segunda vez su corazón se paró durante una fracción de segundo, apenas apreciable, pero se detuvo. No había pasado mucho desde entonces. No le dio mayor importancia.

Ni una sola vez en veinte años había hablado con ella. Cuando ella intentaba iniciar una conversación, él escapaba bajo algún pretexto inventado. Esta noche era diferente. La mirada del hombre intentaba traspasar los ojos de ella, sin apartarla como había hecho en los últimos tiempos, cada vez que se cruzaban sus cansadas pupilas. La aguanto hasta lo inevitable, hasta desviarse en una caída que lo sumergió entre los punteados cartones. Un laberinto de girasoles se formó sobre la mesa. Detrás de ella, el gato lamió vigorosamente la ventana. Cuando el gato soltó un grito doloroso, supo que había perdido la lengua. Volteó la cabeza para ver la lengua colgando del pico de vidrio. Luz blanca y brillante mezclada con la sangre y esparciéndose por su mente como estrellas que se asoman a través de las nubes.

«Estar presente»

Una gota de sudor recorrió su barbilla. Mirándolo de nuevo, la expresión de su rostro era la de alguien que estaba seguro de que su propósito estaba a punto de cumplirse. Estaba vestido completamente de negro. Su elegante sombrero de piel de toro colgaba del reposabrazos de la silla, destacando sobre el fondo negro en el que se desvanecía la mente del tipo. Lo agarró lentamente mientras se ponía de pie.

Ella quería salir de allí, desaparecer, aunque seguramente ya era demasiado tarde para eso. Estaba sentada paralizada, estática en la quietud, como una piedra esperando ser golpeada por un martillo que quizás nunca caería.

Se acercó a su mesa, sin dejar que sus ojos vacilaran de los de ella. Se golpeó los labios y golpeó rápidamente el marcador en la mesa. Fue a abrir la boca, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, se agarró el pecho intentando traspasarlo hasta el corazón y, en un espanto, cayó muerto.


Fin.

Quiero decir que este ha sido un divertidísimo ejercicio de escritura por el que quedo agradecido a @tristancarax, que amablemente a querido jugar conmigo... It was really fun dud!



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