
Sábado 9 de junio de 2018, 11 y 28 p.m. Te admiro y pienso cuanta inocencia. Apenas estas por cumplir ocho meses mi nene. Te acuesto en mi regazo y no te quiero soltar porque hoy es la última noche en un tiempo que voy a estar contigo. Nuestra vida, como la llevamos, está por cambiar en unas horas. Mi promesa es que pronto estaremos juntas de nuevo y pase lo que pase, ni tu hermana ni tu jamás olviden que las amo más que a nada en el mundo.
Me gustaría poder decir que este relato es basado en la historia de alguna otra persona, pero la verdad es que nadie me lo contó. Yo lo decidí, yo lo viví y es un capítulo de mi historia que, aunque me hizo crecer como ser humano, no deja de ser un recordatorio que está muy alejado de ser un momento feliz.
Venezuela vive desde hace años una compleja situación económica. Cada día la desigualdad de condiciones se hace más evidente y las alarmas de supervivencia de la mayoría de sus ciudadanos están encendidas. Este país representa para un niño tener que cohibirse de tantas cosas básicas, para un joven una gran dificultar para visualizar su futuro, para un padre morirse de la impotencia de no poder cubrir las necesidades de sus hijos como quisiera y para un abuelo la manera más triste de vivir lo que deberían ser sus “años dorados”.
Hacer de tripas corazón

Tomar la decisión de abordar otras fronteras en búsqueda de una mejor situación económica no es un tema que se puede tratar con impulsividad. Requiere de cierta planificación te vayas solo o con tu familia. Puedes haber elaborado desde el plan A hasta el plan Z pero la verdad es que emigrar es un salto al vacío. No sabes que te aguarda más allá de la frontera de la tierra que te vio nacer.
Nunca olvidare uno de los días en que me sentí más impotente en toda mi vida. Fue el día donde una de mis hijas me dijo “mamá tengo hambre” y yo no tenía nada para ofrecerle. Nada en la alacena, nada de dinero, nada de nada. La desesperación se adueña de tu mente, de tu cuerpo y de tu alma. Es ahí donde surge la necesidad de huir para salvaguardar la vida de los tuyos. Finalmente, un buen padre o madre es capaz de dar la vida por sus hijos si es necesario.

El debate: mente y corazón se disputan el trono
La realidad de muchas personas, como lo fue mi caso, es que no hay tarea más difícil que conseguir los recursos económicos para poder salir del país. Si logras conseguirlos, es muy probable que solo alcance para ti nada más.
Quedarse, luchar e iluminar con tu invaluable presencia y afecto a tus hijos, pero vivir extremadamente limitados o emigrar, luchar y tratar de asegurar las tres comidas en casa. Puede que hayas tomado la segunda opción, pero hasta la noche anterior de emprender tu viaje aún te sigue atormentando que sea la primera opción lo mejor que puedes hacer. Fue la mente versus el corazón, la madre versus la protectora. Decidir dejar a mis hijas por asegurarles un mejor futuro fue apenas el comienzo de la batalla. La guerra interna se presentó al pasar de los días cuando la señora soledad comenzó a ser parte de mis propios demonios.
Los hermanos son como los dedos de la mano

Muchos, al leer esta sección del relato sé que pueden estar pensando que vivir y existir son sinónimos, lo que es cierto. Pero en la práctica, vivir y existir son con como esos hermanos que son tan diferentes que uno se la pasa diciéndole al otro:
Para ejemplificar la analogía entre vivir y existir se podría personificar a “existir” como el hermano cuadrado, regio, notablemente infeliz y totalmente predecible… y al hermano “vivir” como el rebelde, despreocupado, el que lleva la fiesta por dentro y es irremediablemente feliz.
"Este capítulo de mi vida se llama coraje"
Pasaría por mentirosa si dijera que no viví momentos que definitivamente voy a atesorar por el resto de mi vida en un lugar muy especial en mi corazón. Pero la verdad es que la mayoría de los días que pasé con mis querencias a tantos miles de kilómetros y las incontables situaciones que se viven lejos de casa cuando solo tienes visa de turista y tienes la intención de trabajar, fue una pugna interna que fue ahogando de a poco mis sueños de ofrecer a mis hijas otro lugar donde pudiesen tener más oportunidades.

Algunas fotos de mi propia autoría en el Museo Alberto Mena Caamaño, Quito Ecuador
Al relatar una de mis tantas historias en el extranjero, alguien finalizó diciendo:
“emigrar no es para todo el mundo”.
Aún estoy reflexionando esa frase, y como es propio de mí, cuando la internalice, tendré mucho material para discutir. Por ahora me reservo mis comentarios para tratar de asimilar lo que la vida tiene para cada quien y su crecimiento durante el proceso.
Mi frase más bien sería:

Emigrar es una ciencia inexacta. Te puede ir de maravilla o puedes pasar necesidades. Existen miles de factores tanto internos de la persona como externo del medio donde te encuentras, que influyen en el éxito o fracaso de un plan de vida, que incluye, en todos los casos, una excepcional motivación: una mejor calidad de vida.

Regresé. Entre a casa a la 1 y 30 a.m de un día lunes. Tiré mi bolso en la sala y corrí hacia el cuarto para verte en tu cuna. Mientras dormías plácida sin tu saber lo que ocurría, fui perdiendo la fuerza en mis piernas y así me desplomé hasta quedar tendida en el piso, ahí, a tus pies mi santa. Justo en ese momento entre sollozos, palpando el frío piso y besándolo, arropada por una mezcla entre fracaso, éxtasis e incertidumbre comprendí, que mi vida comenzaba de nuevo allí de donde nunca debí haber salido (no sin ti a mi lado).