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Rojizo, como una brasa que se consume despacio, asomando tímidamente entre mis duras y estropeadas manos, agrietadas por el viento, memorias de un ayer. A medida que desciende va oscureciendo su color. Se torna cada vez más oscuro en un intento inútil por evitar el adiós antes de ser engullido por las aguas.
Es hora de dormir.
Me preparo para pasar una noche más, cerca del mar, la que fue mi casa. Sin más abrigo que mis recuerdos cambia de forma radical la percepción de la despedida del astro rey. Rígido, inmóvil pero temblando y sobre todo escuchando la conversación entre los distintos colores del cielo. a caso me cantan. ¿Es a mí?¿Por qué? No consigo acostumbrarme a que me deleiten con sus juegos y cabriolas. Ya no recuerdo cuantas noches he vivido. ¿Será esta la última? El próximo amanecer me lo revelará. Hasta entonces esperaré. Tan sólo el lamento de un ave hace que vuelva a recordar que soy sólo un árbol... un árbol a la orilla del mar.