Aquel elefante me miraba
Si, si, me miraba y yo, yo no sabia donde meterme, que vergüenza.
Creo que fue aquel día, recuerdo el calor y el agobio de caminar por la sabana.
1050 pasos contaba yo cuando por fin, todavía a lo lejos, vi el reflejo de mi lugar favorito;
me encanta ir al lago a refrescarme, beber toda el agua que quiero, tirarme barro por encima,
o por debajo, jugar con los pequeños y bueno... estar y ver a los machos.
Si, ya recuerdo bien los detalles, todavía acalorada con mis cuatro piernas ya en el agua,
los más pequeños sonrientes tirados en el suelo y llenos barro,
pájaros cantando ruidosamente desde los árboles verdes que alegran la vista
de esta dura y seca sabana y un sol brillante, deslumbrante, justo cubierto por una
pequeña nube detrás de un cielo infinitamente azul.
Así, de estás maneras, apareció de repente, este macho de entre los árboles que rodean el lago.
Bom Boom Bom Boom ¡¡¡siente la tierra temblar cuando el elefante corre!!!
Me vió y yo se que lo intentó, pero no se pudo hacer nada, vino directamente hacia mi,
con los ojos forzadamente abiertos y mirada perdida en el infinito, llena de terror.
Tres Días han pasado
de aquel tromponazo solo la discusión se me ha olvidado.
Ahora, que me fijo bien, es bien guapo, pero ¡me está mirando!
Si, si, me miraba y yo, yo no sabia donde meterme, que vergüenza.
Me ha traído un ramo flores y se acerca lentamente, arrepentido, y un poco enamorado;
se deja ver por todos machos y hembras y se acerca, muy lentamente.
Me pide perdón humildemente y se ofrece a llevarme al charco.
Al charco que me gusta ir a mojarme los pies y ha llenarme de barro.
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