Nadie me dijo nunca cómo amarte, cómo ser para ti, fue algo que tuvimos por 43 años, algo real y que ahora de manera rara se sigue expresando, sigue estando allí, pero con la añoranza y la nostalgia que da el que partieras tan pronto y la falta que nos haces.

Ana Sofía, soy el vivo ejemplo de ti, tal como tú querías que fuera, tu dibujo, tu expresión; todo lo hice por ti, lo pedido y lo que sospeché que querrías pedirme. Fui tan apegada a tus deseos que ahora llevo tus rasgos y hasta tu voz. Fuiste el refugio, la seguridad, la confianza, y esa satisfacción por la conversación sincera, tan agradable, tan llena de tu sabiduría y humor. Fue tan bueno nuestro compartir, ese contarte todo lo que aconteciera, que me quedé con ello, no hay manera de quitar de mí esa primera sensación que me asalta cuando algo importante surge en la familia y yo inmediatamente pienso: “tengo que contarle a mi mamá”, es un instante que pasa como un celaje y vuelvo a caer en la cuenta de que ya no estás, y me vuelvo a decir lo mismo: ¿contarle qué? Si ya lo sabe.

Cuando era niña e ibas a las reuniones de la escuela, yo veía las madres de todos mis compañeros de clases, y siempre, siempre, me dije: ¡uff, qué bueno que a mí me tocó ella! Todas las demás me parecían ásperas, malencaradas, antipáticas y a ti te veía tan dulce, tan especial, que sentía verdadera compasión por mis compañeros. Más adelante comprendí que para ellos su madre también era la mejor.

Luego la vida también me dio el privilegio de ejercer ese rol y comprendí tantas cosas, cómo nos cambia la vida, cómo todo se renueva cuando nos volvemos madres y como ese amor incondicional nos convierte en leonas cada vez que alguno de nuestros hijos está en peligro, así sea la amenaza de un rasguño. Realmente fuimos afortunadas mi hermana y yo por haber conocido el amor a través de ti y por tener tus raíces, tus principios, tus enseñanzas y guardar ese recuerdo que se agiganta en el tiempo y cada vez está más vigente. Ayer habrías cumplido 84 años, ¿cómo habría sido tenerte?, imposible saberlo… La añoranza me hace contradecirme, así como pasó fue como estaba destinado que pasara y te seguimos teniendo cada día como un recuerdo imborrable de abnegación y entrega absoluta.