
Esta es otra de las películas que está nominada a la categoría principal de los premios de la academia a entregarse el próximo 25 de abril. Dirigida por Shaka King y protagonizada por Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield, se trata de un drama biográfico ambientado en los años sesenta en EEUU.
Fred Hampton fue un activista y revolucionario socialista y Presidente del Black Panther Party, el famoso partido de las Panteras negras. Si no conoces mucho de la historia de esta organización, pero eres asiduo al cine, recordarás la aparición de las Panteras Negras en una escena de Forrest Gump. Bien, esta organización surgió a medida de los años sesenta y su líder en el estado de Illinois era Fred Hampton, llamado a ser no sólo una figura grande dentro de su partido, sino de la comunidad afroamericana en todo el país. Para el momento en que se narran los hechos mostrados en la película, el partido ha surgido como una organización peligrosa para los intereses del gobierno de turno y para el FBI. Ya había pasado la segunda guerra mundial y estaba ocurriendo la guerra de Vietnam en donde soldados afroamericanos eran enviados para cumplir con su país, pero de puertas hacia adentro, de vuelta en casa, el racismo seguía siendo una realidad, más latente incluso después de los asesinatos de Martin Luther King y Malcolm X.
En medio de este álgido momento histórico, el FBI le ofrece un trato a Bill, un delincuente que se dedica a robar coches: le proponen la absolución de sus delitos si coopera con ellos infiltrándose en las Panteras Negras. Bill es escogido no sólo por su récord delictivo sino porque - obviamente - es afroamericano. La misión al inicio es sólo dar información sobre ciertos movimientos sospechosos de los miembros del partido y como Bill no es muy proactivo en estas luchas por los derechos, ni comulga ideológicamente con estas organizaciones, acepta a cambio de una buena cantidad de dinero.
Conforme avanza la película, el conflicto se agudiza y la violencia se desata, trayendo consigo más violencia. Asustar, acosar, encarcelar, protestar, denunciar, ya no es suficiente. Hay que tomar medidas más drásticas. Así que después de una serie de episodios dramáticos, a Bill se le pide entregar a Fred Hampton, quien es asesinado por miembros del FBI. Apenas tenía veintiún años.
La historia del Black Panther Party es motivo de mucha controversia. Para algunos se trata de la más influyente organización del movimiento afroamericano de finales de la década de los sesenta y un símbolo de lucha; pero para otros se trató de una organización «más criminal que política», caracterizada por una postura desafiante, más allá de cualquier sustancia interna. Y la película muestra todo eso. Muestra los comedores sociales que apoyaban y la forma en que Fred Hampton intentó sumar a su causa a otros sectores atacados por las instituciones y el gobierno, pero también muestra que eran un partido que contaba con armas y que no tenían miedo de usarlas, respondiendo al fuego con fuego.
Digo todo ello no para condenar ni denfender las acciones de esta organización, sino para explicar las razones por las cuales la situación y la trama de la película son complejas. Es un conflicto racial (contra los afroamericanos), político (tenían ideas socialistas) y de ideología (eran de izquierda), por lo que en ellos convergían tres amenazas contra la estabilidad de lo que había sido el sistema norteamericano hasta el momento.
El título de la película ya muestra el elemento clave de la historia: traición. De allí que haya tomado prestado el título de un cuento de Jorge Luis Borges para este post, porque Bill es contratado por la principal agencia de seguridad de su país y se le encomienda una misión de interés nacional. Se le ofrece la opción de ser un héroe. Pero para lograrlo debe traicionar al partido del que finge ser parte y a sus hermanos de raza; para ser un héroe debe convertirse en un traidor, tal como algunos evangelios apócrifos cuentan que ocurrió con Judas Iscariote, el traidor más famoso del imaginario colectivo, a quien hace referencia el título de la película.
Ahora bien, hay un conflicto político, sí. Y también hay abuso de poder. La infraestructura, los recursos y los hombres con los que cuentan instituciones tan poderosas como el FBI o la policía, son descomunales comparadas con un partido político que surgió de las minorías y que aunque recibió apoyo de muchas personas, siempre estuvo en desventaja frente al enemigo. Eso, inventar cargos, sembrar evidencia, falsear reportes y asesinar a un hombre mientras duerme, son trucos sucios, condenables en todo momento, vengan del lado que vengan.
Pero el tema principal de la película, es el racismo. Que fuesen un partido político de izquierda, que estuvieran armados, que leyeran al Che Guevara, fueron agregados a lo principal: eran negros. No deja de sorprender que sigamos descubriendo episodios tan lamentables en el pasado reciente de nuestra humanidad, cómo en pleno siglo XX en uno de los países más poderosos del mundo, el color de la piel de una persona podía determinar su destino. Y lo peor es que es un tema que, gracias al resurgimiento de un sector de la población y a ciertos pronunciamientos de autoridades y líderes políticos, aún está vigente. El racismo no es parte del pasado, sino del presente (para muestra, los ataques que han sufrido los ciudadanos de origen asiático durante las últimas semanas en EEUU), de allí la importancia de películas que traigan ese tema a la pantalla, como la magnífica BlakKksman (2018) de Spike Lee, la cual recordé un poco al ver esta otra porque utiliza recursos similares para contar la historia. En mi opinión, la de Lee está mejor realizada, pero también recomiendo ver Judas and the Black Messiah y reflexionar un poco sobre los temas que plantea.