
Este es uno de esos libros que aunque quizás no hayan leído, seguramete lo han escuchado. En los EEUU suele incluirse en el programa de lectura de los colegios y es la obra más difundida de su autor. La había leído hace algunos años y quise volver a visitarla recientemente.
La trama de El señor de las moscas de William Golding es bastante simple: tras un accidente aéreo del que no se dan muchos detalles, una treintena de jóvenes británicos entre los seis y los dieciséis años, quedan atrapados en una isla deshabitada. Sin saber si serán rescatados y sin la presencia de ningún adulto, profesor o representante, que los guíe, los muchachos tienen que ingeniárselas para sumar esfuerzos con un objetivo común: la supervivencia.
Ralph, Piggy y Jack son los personajes principales. El primero se convierte en el líder del grupo por votación; el último, uno de los mayores, se separa en acción y pensamiento del grupo principal, resentido con el resultado de la elección; el otro, Piggy, a pesar de ser uno de los más listos, es menospreciado por sus semejantes, a causa de su miopía y su gordura.
“Hasta el momento, todas las muestras de inteligencia habían procedido de Piggy, y el que mostraba condiciones más evidentes de jefe era Jack”
Y sin embargo, el elegido es Ralph. Él piensa que lo malo de ser jefe es que hay que pensar, ser prudente. Piggy sabe pensar, pero no sirve para jefe. En cambio Ralph es un líder natural. Dentro de su juventud e inocencia, imitando el mundo de los adultos, lo primero que hace es establecer reglas, eso sí, consensuadas entre todos, como en una democracia. Se establecen tareas y funciones, se dividen las responsabilidades y se fijan algunas normas de convivencia. Sin embargo, al poco tiempo, las reglas son desobedecidas o simplemente ignoradas y las cosas se salen de control.

En una asamblea, Ralph intenta poner orden, punto por punto, sobre lo que no está bien. Trata de imponer su autoridad para el beneficio de todos porque al principio hicieron las cosas bien en conjunto. Sin embargo, el cada vez más salvaje (y autoritario) Jack toma otra postura:
“Ya es hora de que se enteren algunos que tienen que callarse y dejar que el resto de nosotros decida las cosas…”
Los más pequeños están con Ralph y Jack se separa junto a algunos mayores, los cazadores, rompiendo la frágil armonía que parecía haberse ganado. A partir de allí, los niños y los jóvenes tienen que enfrentarse no sólo con la naturaleza, los animales salvajes y sus miedos, sino contra sus propios semejantes. Para calentarse por las noches necesitan fuego y para encender una hoguera, la única herramienta que tienen son los anteojos de Piggy... poco a poco se va creando una atmósfera salvaje que se vuelve pesada y asfixiante y que, como las nubes de tormenta, densas y oscuras, que aparecen en las páginas del libro, anuncia una tragedia. O más bien, varias.
Algunas personas ven en esta novela la dicotomía razón-instinto, presente en el alma humana. Estos niños ingleses, asistentes a una institución educativa en uno de los mejores países del mundo, olvidan rápidamente sus modales, la cortesía, el sentido común y se entregan al entorno natural de la isla, al mundo animal, en donde la primera y única regla es la supervivencia. Cacerías, accidentes, enfermedad, soledad, incendios, miedo, muerte, conflicto, todo esto está presente en una novela que trata de muchas cosas, pero principalmente de la condición humana que, magnificada a través de la experiencia de estos niños, resulta más intensa, más cruel y también más desesperanzadora.
Cuando leemos
“Ralph lloró por la pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del hombre y la caída al vacío de aquel verdadero y sabio amigo llamado Piggy”
el corazón se nos cae el al suelo; es una escena conmovedora, triste y dolorosa. Es la derrota definitiva de la humanidad, mostrada a través de las lágrimas de estos niños.
Además del accidente aéreo y algunos nombres, hay otros detalles a lo largo del libro que me hicieron pensar en la serie de televisión Lost (uno de los niños habla de la posibilidad de que haya cosas "¡que no tengan sentido aquí en la isla!"), conexión que no había sentido tanto en mi primera lectura y también ahora, a la luz de una mayor experiencia lectora, pude sumergirme más en la historia. Pensé en Janne Teller y su novela Nada, obra que para muchos evoca este retrato/crítica del hombre y su esencia y confirmé El señor de las moscas como una de las novelas más memorables que he leído.
Redactado por @cristiancaicedo
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