COLOREADA
La lluvia arrecia sobre el apestoso taxi. Árboles extraños bordean la carretera al otro lado de mi reflejo en el cristal empañado. Los desvanecidos rasgos de mi cara se mezclan con el paisaje; las hermosas hojas plateadas me pintan, y los delgados troncos negros me dan forma y movimiento. Me llenan de vida. Una obra de arte cambiante tras mi semblante inmóvil. Como si todo se moviera excepto yo; como si el mundo me atravesara sin perturbarme, sin tocarme ni mancharme. Sin dejar huella.
Pero soy yo quien se mueve, manchada y trastornada, hacia un nuevo destino. Lo que veo es solo una ilusión. Un simple reflejo en el cristal de una ventanilla. Una mentira. El mundo sí pasó a través de mí. Pasó sobre mí. Y dejó sus profundas huellas. Puedo verlas en el cristal, en los oscuros y deslucidos ojos que me observan sin pestañar. Parecen flotar sobre la vía, allá afuera, bajo la lluvia. Dos puntos muertos en una pintura viva.
No puedo dejar de mirar.
Deslizo una mano pálida por el cristal empañado. Mi rostro ya no se ve tan borroso. Si mis rasgos se pierden temo no poder volver a encontrarme. ¿Cómo me reconocería? Vagaría sola y sin rumbo, siempre tras un cristal, esperando otra vereda arboleada que dé color y forma a mi vida.
El auto frena junto a un feo edificio gris. Me apeo y permanezco de pie bajo la gélida lluvia. Uno de los árboles se alza justo a mi lado, y me dejo caer bajo su escaso enramado. Cierro los ojos, mi cuerpo se va empapando, y sé que tarde o temprano tendré que avanzar, adentrarme en el enorme edificio y volver a comenzar. Fingir que vivo. Pero, mientras tanto, permanezco sentada bajo el pequeño árbol, rota y mojada, y lo dejo colorearme un rato más.
Este cuento fue uno de los tres ganadores de la Semana 9 del Concurso de cuentos #fotocuento. El cual consistió en escribir una historia con un máximo de 400 palabras, inspirada por una fotografía de la organizadora @rahesi.
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