El asesino del malecón II [ENG/ESP]

Tenía muchas ganas de matarlas la verdad. Disfrutaba mientras luchaban por su vida, siempre era igual después de tener sexo con ellas, no quería pagar por eso. ¿Por qué tendría que pagar por algo que ellas también disfrutaban?, aunque no quedaba claro si eran "ellas" o "ellos". Eran fenómenos y no me importaba acabar con la escoria de la sociedad.

La presa se ensañó conmigo y yo lo disfrutaba, no les voy a mentir. Era como si nunca iban a poder atraparme, ¡si ustedes ineptos policías nunca iban a atraparme! Así que comencé a disfrutar del reconocimiento que me daba el ser el asesino en serie del momento, o como les gusta llamarme el "Asesino del Malecón" o simplemente el "mata trans". La gente piensa que soy un enfermo, quizás un loco que sufre algún tipo de trastorno psiquiátrico.

Aquellas son simples falsedades. Cuando era niño, sentía fascinación por la ropa de mujer; mientras los demás niños jugaban con "cosas de hombres" yo pasaba mi tiempo jugando en la casa de la abuela María. Nadie lo supo nunca, pero en una oportunidad mi tío me encontró llevando un lindo vestido de lentejuelas propiedad mi madre y allí comenzaron los abusos. Me chantajeaba, con que, si le contaba a alguien acerca de lo que me hacía, les contaría a todos mi secreto.

Yo era un "marica" y ahora que soy adulto, creo él fue quien me hizo parecer uno. Mi venganza llegaría pronto y un día, mientras dormía inmerso en un deprimente estado etílico, prendí fuego a los alrededores de su cama con un poco de alcohol que él mismo traía consigo. Cerré con llave la puerta de su habitación y salí corriendo con rumbo incierto en aquella tarde en la cual nadie lo iba a salvar. Me fui a jugar en la cancha del barrio y cuando regresé me encontré a la familia llorando afuera de mi casa.

El tío Bobby había muerto en un incendio. A la policía no le quedaban dudas, mi pobre tío había muerto al derramar alcohol en la cama y quedarse dormido con un cigarro en la boca. Yo sabía que aquello era mierda, sentí demasiado desprecio por ustedes, los policías. La verdad es todos ustedes son seres mediocres, que nunca encontrarían la verdad por más que la tuvieran en las narices.

Mi teoría fue validada de nuevo, cuando en el cuerpo de cada trans que mataba, dejaba sembrada la palabra "puerco" a ver si así podían atar cabos y encontrarme. Yo sabía que no lo iban a hacer, me dejarían ir como cada puta vez que estuve en la cárcel por delitos menores. ¿No se daban cuenta de que era una maldita amenaza para la sociedad?, aquellas experiencias ayudaron a formarme una opinión acerca de la sociedad en la cual vivía. ¡Todos merecen morir!

Los malos siempre triunfan por encima de todas las cosas y si así funcionaba el mundo, yo sería él ser más despreciable y malvado que hubiera caminado nunca sobre la faz de la tierra. ¿Y qué mejor víctima que una prostituta?, son las escorias de la sociedad, solo que no quería atacar a las mujeres, no, eso sería demasiado incluso para mí. Entonces se me ocurrió acabar con los maricones con peluca, me dije, ¿por qué no?, le haré un bien a la sociedad y sacaré a esos desviados de la calle.

Y quiero que sepa Señor Oficial, que sabía que ustedes no harían nada para atraparme. Después de todo, a nadie le importan las prostitutas trans, ¿o sí?, porque si así fuera, ustedes me hubieran atrapado mucho antes de que yo matara a tantas de ellas. Hubieran evitado que yo me entregara a ustedes, ante la ineficacia de su investigación. ¡Y aquí estoy, señoras y señores!, aquí está el asesino del malecón. Listo para ser juzgado...

— Está bien, Señor Rodríguez, todo lo que nos está diciendo está siendo grabado, sin embargo, no podíamos creer en el testimonio de un borracho, así que hemos conseguido una orden de allanamiento y entre sus cosas hemos encontrado una camioneta van Mitsubishi 2014 y materiales como bolsas, cables, mecates y una pistola Tokarev TT-33, que se corresponde con el arma usada en los asesinatos de Berta Nuñez, Sharonne Huertas, Candy Barajas, Velma Ríos, Bella Castro y Veneno Alcántara. Queda usted detenido y tiene derecho a guardar silencio desde ahora, ya que todo lo que diga será empleado en su contra.

El Oficial Reyes estaba que no se lo podía creer, estaba delante del asesino del malecón. Se había entregado él solo, después de meses tras su pista. Pero, el circo apenas comenzaba y tener al presunto asesino no significaba que lo peor ya hubiera pasado. Él sabía eso mejor que nadie, aquello apenas comenzaba.