Rehenes
Disparó tres veces contra el techo, cayeron escombros. Abracé a los niños con más fuerza, por ellos había mantenido la calma hasta ese momento, estaban asustados y yo tenía que evitar asustarles más. A causa de los disparos, de nuevo el hombre del parlante habló desde la calle:
—Jorge... Jorge, ¿estás ahí?
Él caminó hasta la mesa y cogió el parlante, horas atrás la policía se lo había enviado junto con la comida.
—Aquí estoy —respondió. Intentaba escucharse sereno, sin embargo desde mi posición podía verle sudar como un puerco, supongo que una parte de él sentía miedo.
—¿Qué fue eso, Jorge? Escuchamos disparos.
—Nada, solo me desahogaba —su sonrisa, cuando hablaba, me resultaba inquietante.
Dejó el megáfono otra vez en la mesa y caminó hacia nosotros. El policía de afuera siguió hablando:
—Jorge, es hora de que los dejes ir. He tratado de contener aquí a estos hombres, pero van a entrar. Jorge, van a entrar.
Esas últimas palabras le molestaron. Visiblemente enojado, en dos pasos regresó a la mesa, cogió el megáfono y exclamó:
—¡Si entran será para recoger cuatro cadáveres, cabronazos!
Aquello me heló la sangre. Mis hijos lo escucharon perfectamente, tras ello Camila reventó en llanto, Carlos solo me abrazó. Afuera guardaron silencio por minutos. Sabía que seguían ahí porque podía ver las luces azules y rojas alternadas colándose por la ventana.
—Tienes que darme algo, Jorge —dijo el mismo policía. Su voz gruesa era bastante característica —. Deja ir a los chicos, te prometo que podremos negociar bajo mejores términos si los liberas.
Se quedó mirando por una esquina de la ventana hacia afuera, luego balbuceó algo, no logré oír qué. Caminó hasta la mesa, aún con el megáfono en la mano, y se sentó en una silla que estaba a un lado. Con una mano comenzó a masajearse la sien mientras que con la otra sostenía la pistola. Siempre nos miró fijamente. Me pareció que tomaba en consideración la propuesta, así que intenté persuadirle a aceptar.
—Por favor —yo no pronuncié palabra alguna hasta entonces, y estas me salían entrecortadas —, déjalos ir. Solo son unos niños.
Accedió; acompañé a mis hijos hasta la puerta, antes de doblarme para despedirlos él se acercó y me dijo: «sin sorpresas». Carlos y Camila se alejaron a pasos lentos y llorando, pero ilesos. Apenas pasaron unos segundos cuando la puerta se cerró otra vez.
—Vuelve a donde estabas —en su tono de voz se le notaba ahora el cansancio. Ya habían pasado muchas horas desde que irrumpiera en mi hogar. Tomó el parlante nuevamente y habló: —Ya tienen a los niños. Tráiganme el auto... sin trucos.
—De acuerdo, Jorge. Aguarda... —antes de que el oficial terminara de hablar tumbaron la puerta de un golpe.
Este hombre, Jorge, corrió hacia mí de inmediato, apuntándome con la pistola en la cabeza, y me usó como escudo humano. La mano le temblaba, al tiempo que el cañón del arma se clavaba en mi piel. Cerré los ojos, pensé en mis hijos y creí que ahí acabaría todo.
—No disparen, no disparen —repetía una voz. Claramente era el mismo policía que hablaba antes a través del megáfono —. Jorge, se acabó.
—No, no se acabó —mantenía la barbilla recargada en mi hombro, su fétido aliento me mareaba.
—Sí, Jorge, ya no hay salida. Baja el arma, por favor. No hagas algo de lo que te arrepentirás.
—Sí hay salida, sí la hay, sí la hay —aseguraba, nervioso. A duras penas completaba las palabras. Yo seguía sin abrir los ojos, no obstante escuchaba todo.
—¿Cuál es tu salida, Jorge?
—Yo mato a esta mujer —apretó más el arma contra mi cabeza, el cañón aún estaba caliente por los disparos de antes — y ustedes me matan a mí. Fácil.
—Eso no es una opción, Jorge.
—Bueno, ustedes se lo buscaron, ¡Hijos de puta! ¡Solo tenían que conseguirme un auto! ¡Un maldito...
No terminó de reclamar. Sonó un disparo, por un instante creí que fui yo quien recibió la bala. Entonces abrí los ojos, estaba bien, llena de sangre, pero bien. Volteé y lo vi tirado contra la pared, con un agujero en la cabeza. Uno de los oficiales me llevó hasta afuera donde me atendieron.
Imagen original de Pexels | Rosemary Ketchum
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¡Gracias por leerme!



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