El troll en el río
Y allí estaba otra vez, oh mi bella inspiración, mi diosa, mi musa. Destellante hermosura que nadaba desnuda en el río, ignorante de que yo la observaba cada domingo en la mañana que venía despejar su mente en las frías aguas. ¿Cómo podía existir una mujer tan pura a la vista?
La primera vez que intenté hablarle me acerqué bajando entre los matorrales, pero el sonido de mis torpes pasos la alertó y se fue sin darme tiempo a reaccionar. Oh, si tan solo no hubiese sido tan cobarde, debí haber dejado que viera, debí haberla saludado, sin embargo me venció el miedo y corrí a mi casa como un bebé asustado.
Le comenté a madre lo sucedido, la expresión de terror de ella fue casi tan pronunciada como la de la bella muchacha aquella vez; me dijo: «No te acerques a los humanos, Torbin. Todos ellos son malos y podrían lastimarte». ¡Mentira! ¿Cómo pretendía convencerme de que esa pálida mujer de hermosos ojos café podría hacerme daño? A leguas se le veía que no era una criatura agresiva: era menuda, no tenía colmillos ni garras largas, y yo no podía prejuzgarla solo por el miedo de mi anciana progenitora. ¿Pero qué podía hacer para comprobarlo?
Finalmente me convencí de que lo mejor sería prepararle un regalo, una muestra de buena fe, algo que le hiciera notar que no tenía mala intenciones. No obstante, esto me generó otra duda, ¿qué tendría un feo troll como yo que pudiera obsequiarle a esa encantadora dama? «Comida» pensé, ¡Claro! Estaba muy flaca, de seguro no comía bien. Así pues, preparé una exquisitez con las mejores frutas e insectos del bosque, capaces de deleitar los paladares más exigentes. Tengo que admitir que, aunque la cocina siempre se me dio bien, esa vez en particular me destaqué; lo que uno hace con amor indudablemente le dará mejores resultados. Envolví todo en hojas de plátano y esperé con ansias el amanecer, que traería consigo otro domingo más, para poder verla otra vez, y en esta ocasión no me escondería más.
Haberme desvelado cocinando no fue una buena idea del todo. Desperté cuando el sol estaba ya en su punto álgido. Como loco me levanté, cogí el regalo y corrí hasta el río. «Estúpido, estúpido, estúpido» repetía dentro de mí mientras corría; probablemente la bella fémina ya no estuviese ahí para cuando llegara, pero mi fe y persistencia tuvieron recompensa, pues allí seguía, tan impoluta como siempre, cautivando con su desnudez los ojos de los dioses, seguramente, y los míos. Apenas llegué se acercó a la orilla para salir del agua.
«Es ahora o nunca» me dije. Bajé por la colina a toda prisa, y el corazón se me detuvo cuando apenas estuve a un metro de ella. ¡Oh, era tan bella! De cerca un millón de veces más que a la distancia. Tenía el corazón a mil y creo que ella también, puesto que sus ojos, tan abiertos y redondos como un par de platos, no dejaban de mirarme. Un gritico se escapó de su boca y rápidamente se dobló para coger su ropa. Yo estiré los brazos, que me temblaban sin cesar, sosteniendo la comida que le había preparado, ella no se movió, no pronunció palabra alguna, solo me observaba y, al cabo de un minuto, pude notar que me veía con miedo.
—No temas —le dije, tratando de tranquilizarla. Sin embargo creo que eso la asustó más, dio un salto hacia atrás y cogió un pedazo de tronco grueso que reposaba junto al río.
«No te haré daño» quise decir, cuando me acerqué un poco más, pero la lodosa tierra me hizo resbalar hacia adelante, chocando contra mi amada, quien gritó fuertemente y me apartó de un empujón y mi regalo, que voló por los aires, terminó desparramándose contra el suelo. Aquello fue como una punzada en mi corazón, aunque dolió menos que el golpe que me dio en la cabeza con el palo que recogió momentos atrás.
Ese único porrazo bastó para hacerme perder el conocimiento. Desperté horas después, en la noche. Tirado junto al río, con jaqueca y sangre seca en parte del rostro. Regresé por los cuatro domingos siguientes, al no encontrarla comencé a ir los sábados también, dejé otros regalos, rocas, flores, hasta troncos más macizos que el que usó para agredirme, pero nunca se llevó ninguno, nunca volvió.

Imagen original de Pixabay | sasint
XXX


Si te gustó, te invito a leer otros de mis posts:
@pavonj | Título |
---|---|
![]() | Sé feliz |
![]() | En un lugar mejor |
![]() | Sangre Fría |
![]() | El rey de los demonios |
![]() | El monstruo en el tren |