El Aleph (Libro): el infinito Borges

Otro libro imprescindible de Jorge Luis Borges

Leemos mucho, pero releemos poco. En el afán de conocer más autores, más libros y más historias, devoramos decenas, cientos de títulos, amparados en "so many books, so little time". Sin embargo, para algunos basta con leer y releer algunos pocos libros o autores. La relectura es lo verdaderamente literario y aunque la mayoría de las personas tienen algún libro favorito que visitan de vez en cuando, creo que los escritores tienen la obligación de releer a sus maestros, no sólo por el goce lector, o el placer estético, sino también para seguir aprendiendo. Y entre estos autores que vale la pena releer, sin duda hay que incluir al argentino Jorge Luis Borges.

Hace un par de semanas publiqué un artículo sobre El jardín de los senderos que se bifurcan y otra sobre Artificios, las dos colecciones de relatos que conforman el libro Ficciones, del aclamado escritor. Y si hoy traigo a colación otro de sus libros de cuentos es porque estoy leyendo esa joya que es Borges esencial, la hermosa edición conmemorativa que hace poco tiempo publicó la RAE junto a Editorial Alfaguara. El libro recoge una selección de la poesía de Borges, sus ensayos y su narrativa; pero tan impescindibles son los dos libros de cuentos mencionados (Ficciones y El Aleph) que fueron incluidos enteros. De allí que, visitando este volumen, nuevo en mi biblioteca, haya transitado por los rincones familiares de dos libros que son de referencia obligatoria para los amantes de los relatos cortos y de la magia borgiana.

Los diecisiete relatos que componen el libro son muy variados en locaciones y en extensión, pero algunas de las premisas pueden verse en más de uno de ellos. La venganza impulsa los hechos en El hombre en el umbral donde un tirano es ejecutado a manos de un loco; en La espera, el protagonista es la víctima de su vengador; en El muerto (relato llevado luego al cine), un criminal ambicioso llega a querer desplazar al jefe de su pandilla, pero acaba siendo objeto de la traición que él mimo planeaba y es asesinado “casi con desdén”, como un perro. Pero ninguna de estas historias trabaja la venganza como Emma Zunz (uno de mis favoritos del libro y de toda la obra de Borges), cuyo argumento, según el mismo autor, le fue dado por su amiga Cecilia Ingenieros: una hija venga la deshonra de su padre, recientemente fallecido, urdiendo un plan en el que, a la postre, se difumina la tenue línea entre verdad y mentira.

Tanto Los teólogos, como La escritura del Dios se centran en el estudio de la divinidad, tema en el que Borges era un verdadero erudito; La busca de Averroes es un relato filosófico con sesgo árabe, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz es el relato biográfico de un personaje de Martín Fierro; La casa de Asterión, en el mismo orden de Los reyes de Julio Cortázar, presenta las reflexiones de un personaje literario conocido, cuya identidad es mantenida oculta hasta el final y en Deutsches Requiem, un militar nazi a punto de ser fusilado por sus crímenes, recapitula su vida y considera que como para edificar el orden hay que destruir cosas, la destrucción de Alemania fue un precio justo a pagar a cambio de la pérdida de la civilización occidental. La Historia del guerrero y la cautiva compara, mezclando el relato con el ensayo, dos casos de aculturación (esa recepción y adaptación a otra cultura a expensas de la pérdida de la propia) y otra comparación, esta vez de la muerte de un personaje, cubre las páginas de La otra muerte. Hay también otras dos historias de comparaciones, pero en las que resalta otro elemento borgiano: el laberinto. En Abenjacán el Bojarí se cuentan dos versiones de por qué un hombre construye un laberinto en su casa, o bien para ocultarse o para atraer a otro y en Los dos reyes y los dos laberintos, la rivalidad de dos monarcas en la que uno encierra a otro en un laberinto en su palacio y luego, en venganza, el otro lo lleva a un laberinto que Borges descubrió, mas no inventó, y que curiosamente es abierto, sin puertas, sin escalones, ni muros.

Dos relatos tienen inicios similares, desarrollos desiguales y desenlaces relacionados. En ambos se comienza a narrar la historia por la muerte de una mujer de la que el protagonista, Borges, estaba enamorado, y cuyo rostro sigue viendo después de fallecida, en las revistas, en los retratos o en los anuncios. Sin embargo, aunque terminan de manera aparentemente diferente porque El Zahir trata de los seres o cosas inolvidables cuya imagen acaba por enloquecer a la gente y El aleph de un punto del espacio que contiene todos los puntos, ambos convergen en un elemento en común: el infinito. Y como "los primeros serán los últimos", cierro con el relato que abre el libro, otro de mis favoritos: El inmortal que trata según palabras del autor, sobre "el efecto que la inmortalidad causaría en los hombres". El no morir ha sido una de las obsesiones de la humanidad y de las quimeras que para muchos significaría la felicidad, pero Borges le da un tinte sombrío, más realista porque una cosa es la inmortalidad y otra la eterna juventud, o la eterna lucidez. El relato dice que “…dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes”, así que esa vida perpetuada hasta el infinito se convierte en una carga que conduce a la ironía de que, tras alcanzar el río cuyas aguas lo vuelven inmortal, el protagonista busca ahora la fuente que le devuelva la mortalidad perdida.

El inmortal y el El Aleph son la apertura y el cierre perfecto para un libro que "enmascara" la obsesión del infinito a lo largo de sus páginas. En el primer relato aparece una ciudad de arquitectura infinita, ventanas inalcanzables, corredores sin salida, cámaras infinitas, laberínticas, sótanos; en el último, un personaje escribe un poema global, un poema que abarque todo el mundo y que por tanto es un poema infinito y el punto central de El Aleph es el universo, lo infinito por antonomasia. La repetición de la historia, de la vida, en Los teólogos, los sueños dentro de sueños, uno dentro de otro hasta el infinito (como una versión exagerada de Inception), presentes en La escritura del Dios, la condición inolvidable de los objetos de El Zahir ¿qué es sino otra forma de decir que algo será recordado hasta el infinito?; las referencias a los múltiples laberintos en el libro, a los círculos, a formas orbiculares, espejos enfrentados, y por supuesto, la inmortalidad, esa existencia infinita e imposible de alcanzar, son todos reflejos de esa obsesión que tenía Borges por el tema. Al igual que en el otro post, dejo algunas frases que ayuden a atraeros al universo Borgiano:

“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.”

“Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.”

“Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas."

“La verdad no penetra en un entendimiento rebelde.”

“Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias.”

“Mi carne puede tener miedo; yo, no.”

Cualquier lector que se precie de serlo, debería leer a Jorge Luis Borges, más aún si se trata de un lector de habla hispana. Hombre mortal, como todos, Borges falleció hace más de tres décadas, pero si aún lo leemos y sus palabras hacen eco en nuestros oídos ¿acaso no está vivo? un escritor es tan inmortal como su obra y si aún se lee a Borges y se lo sigue leyendo ad infinitum, el genio argentino habrá alcanzado a convertirse en su mayor obsesión, lo que representa un tema tan suyo, que no se me ocurriría un mejor destino para él.

Reseñado por @cristiancaicedo


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