Dentro del panorama de las letras españolas de los últimos años, el nombre de Almudena Grandes resuena con gran peso. En mi lista de libros por leer se encuetra Las edades de Lulú, quizás la más célebre de sus novelas y la que la llevó a la fama. Sin embargo antes que aquel, fue uno de sus libros más recientes el que llegó a mis manos.
El corazón helado fue publicado en 2007 por la editorial Tusquets y cuenta una historia familiar que va desde los duros años de la guerra civil española (la lucha en la ciudad, la victoria del franquismo, el exilio de muchos ciudadanos españoles) hasta la época actual, siguiendo a los descendientes de aquellos que vivieron antes. Con dos estilos narrativos, uno en primera persona y uno en tercera, Grandes va intercalando las dos épocas y vamos descubriendo secretos a lo largo de 1.242 páginas. No es un error, en verdad esa es su longitud, razón por la cual aún no he terminado de leerla (porque leo varios libros en simultáneo). Sin embargo, hoy no voy a hablar de la novela sino de una frase contenida en ella que me llamó la atención por su sencillez y contundencia. Es esta:
"El miedo es una forma de prudencia"
Sobre todo durante la juventud, suele enaltecerse la valentía y condenarse la cobardía. Los niños, jugando con otros niños, se molestan ante el calificativo, responden con furia ¡Yo no soy miedoso! y se atreven a cumplir diferentes desafíos. El héroe adolescente es mucho más temerario porque muchas veces no sólo niega su miedo sino que su temeridad le hace incapaz de reconocerlo. Está bien atreverse, está bien arriesgarse, claro, pero hoy quiero hablar en defensa de los temerosos porque también está bien tener miedo. La frase de la española lo llama una forma de prudencia y eso me hace recordar una frase oída en mi infancia: "El que se ahoga es el que sabe nadar, porque el que no sabe no se mete al agua". Aplastante lógica simple y aleccionadora: quienes se atreven, se arriesgan; la prudencia del miedo da seguridad.
Pero claro, como todo en la vida, los excesos son dañinos, no hay que tener miedo siempre; se trata más bien de reconocer que, a veces, está bien tener miedo y expresarlo. ¿Te da miedo hablar con tu crush? Es momento de ser valiente, igual que al intentar alcanzar uno de tus sueños. Pero, si te de miedo ir al mar profundo porque no sabes nadar, no vayas; si no quieres intentar un triple salto mortal porque la altura puede significar el éxito en el nombre del truco, no lo hagas. Hay que hallar el equilibrio entre valentía y cobardía, entre temeridad y prudencia, saber cuándo usar una u otra, pero reconociendo, como en la frase de Almudena Grandes, que tener miedo no es malo y que muchas veces esa prudencia derivada del temor es un seguro de vida, una manera de protegernos y de proteger a otros.
Reseñado por @cristiancaicedo
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