Cuando supe que Alfaguara publicaría este libro, supe también que moriría por leerlo. Mario Vargas Llosa es uno de mis pilares literarios y uno de mis novelistas y ensayistas favoritos; por su parte, Jorge Luis Borges es uno de los principales cuentistas de la literatura universal y también uno de mis favoritos, junto a Poe, Quiroga y Cortázar, entre otros. Así que, por supuesto que quería leer Medio siglo con Borges y ver a ese gran maestro, a través de la mirada de otro de los grandes de nuestras letras.
En la contraportada del libro se puede leer el extracto de uno de los artículos contenidos en su interior en el cual Mario Vargas Llosa expresa:
"Esta colección de artículos, conferencias, reseñas y notas da testimonio de más de medio siglo de lecturas de un autor que ha sido para mí, desde que leí sus primeros cuentos y ensayos en la Lima de los años cincuenta, una fuente inagotable de placer intelectual. Muchas veces lo he releído y, a diferencia de lo que me ocurre con otros escritores que marcaron mi adolescencia, nunca me decepcionó; al contrario, cada nueva lectura renueva mi entusiasmo y felicidad, revelándome nuevos secretos y sutilezas de ese mundo borgiano tan inusitado en sus temas y tan diáfano y elegante en su expresión."
A manera de prólogo, el libro empieza con un poema que el peruano dedica al argentino y que se titula Borges o la casa de los juguetes. Quienes hayan leído algo de la obra de Borges, lo reconocerán en cada uno de los versos. A partir de allí se suceden diez artículos, casi todos publicados previamente, entre 1963 y 2018, escritos en una gran diversidad de lugares (París, Buenos Aires, Mallorca, Washington, Marbella, Madrid) para diferentes publicaciones, un par de entrevistas que Vargas Llosa le hizo al autor de Ficciones e incluso un extracto de su libro El viaje a la ficción (ese ensayo que el Premio Nobel dedicara a la obra de Juan Carlos Onetti) en donde analiza la relación, personal y de contenido, entre Borges y el autor de El astillero.
En uno de los versos del poema introductorio, Vargas Llosa dice respecto a Borges que “Vivió leyendo y leyó viviendo”, que no es lo mismo y en la presentación del libro confiesa que a pesar de que (o quizás porque) sus demonios literarios no son los mismos que los de Borges, de hecho son casi opuestos, lo siente cercano y lo admira muchísimo. Los temas de Vargas Llosa son más reales, los de Borges son “temas puramente intelectuales y abstractos” como el tiempo, la identidad o la metafísica, el sueño, el juego, el doble o la eternidad. Forman también parte del estilo de Borges su erudición, su intelectualidad, sus conjeturas y esa mezcla de poesía, cuento y ensayo. En una entrevista en su casa en Buenos Aires, Vargas Llosa encuentra al argentino ciego, irónico, filoso y humilde. En una casa modesta (“El lujo me parece una vulgaridad”) sin demasiados libros, lo que sorprende porque el propio Borges habló del paraíso como una especie de biblioteca (quizás es que los lleva encima, “Mi memoria está tan poblada de versos que yo creo que no necesito libros”, “Yo mismo soy una especie de antología de muchas literaturas”), aún más raro era que no tuviera libros suyos en las estanterías. “¿Quién soy yo para codearme con Shakespeare o Schopenhauer?”, pregunta el escritor. Cuando es interrogado por el motivo de no haber recibido el Nobel, Borges contesta “porque esos caballeros [los suecos] comparten conmigo el juicio que tengo sobre mi obra”.
De allí y de muchas otras cosas que Vargas Llosa exprese que “quien carece de sentido del humor no entiende a Borges”. El argentino es un maestro del relato y el peruano es principalmente un novelista, por eso no duda en interrogarle sobre una frase pronunciada tiempo atrás que le duele y que parafrasea más o menos así:
“Desvarío empobrecedor el de querer escribir novelas, el de querer explayar en quinientas páginas algo que se puede formular en una sola frase”
Después de la entrevista en la que también hablan de Flaubert y otros autores, los siguientes textos de Vargas Llosa recogidos en el libro realzan el valor y la influencia de Borges para el continente y el mundo, diciendo entre otras cosas que
“Para el escritor latinoamericano, Borges significó la ruptura de un cierto complejo de inferioridad que, de manera inconsciente, por supuesto, lo inhibía de abordar ciertos asuntos y lo encarcelaba dentro de un horizonte provinciano”
La elegancia de la prosa de Borges dotó al idioma español de una claridad, una precisión y un nivel que no tenía entre sus contemporáneos. Su obra no es nacionalista o provinciana, es universal. Los últimos textos van más sobre lo personal, lo biográfico (yo ignoraba que el bisabuelo del escritor de El Aleph hubiera luchado en la batalla de Junín, por ejemplo) y el peruano nos cuenta que Borges decía no ser político, condenó el nazismo, el nacionalismo, el stalinismo, pero se codeó con dictadores, resultando en una contradicción un tanto dolorosa para sus seguidores. El alma de la revista Sur, editada por Silvina Ocampo, también escribió para El Hogar, semanario bonaerense, entre 1936 y 1939. El último apartado del libro, El viaje en globo, es una píldora sobre Borges y su relación amorosa con María Kodama, en donde Vargas Llosa analiza también la relación de Borges con las mujeres y el placer sexual, el erotismo y la carnalidad, temas ausentes en la obra del argentino y muy presentes en las historias del peruano.
A través de los artículos, podemos ir pescando frases y sentencias que son cápsulas de sabiduría borgiana, casi aforísticas, como “uno piensa en lo que le falta, no en lo que tiene” o “lo importante no son las experiencias, sino lo que uno hace con ellas” pequeñas perlas que gustarán aún a quienes no conozcan al escritor argentino. Ahora bien, tengo una inconformidad con el libro: su extensión. Incluidos el índice y las referencias, el volumen tiene apenas 112 páginas. La obra de Borges es amplia y da para mucho análisis, aún más si quien se acerca es Mario Vargas Llosa. Entiendo que no era esa la intención del libro, sino recopilar el contacto del Nobel peruano con la vida y obra del escritor argentino, pero después de haber leído Cartas a un joven novelista y La civilización del espectáculo, ¿cómo no haber deseado que Vargas Llosa nos hubiera compartido su mirada profunda sobre los laberintos de Borges? A menos que la brevedad del libro sea intencional, en cuyo caso resultaría incluso poético el homenaje a esa gran creador de relatos breves que fue Jorge Luis Borges.
Reseñado por @cristiancaicedo
Otros posts que pueden interesarte:
![]() ![]() ![]() |
---|