El tordo libre
La vida de un caballo es aburrida, o al menos la mía lo fue hasta que descubrí la inclinación en el terreno del corral. Normalmente no podría haber saltado la valla, sin embargo esta vez las condiciones estaban a mi favor.
Comenzaba el invierno y caía una de las mayores nevadas jamás vistas. Gracias a ello la nieve era dura y en una esquina el suelo estaba más alto de lo normal. El instante en que, tras pegar la carrera y saltar con todas mis fuerzas, sorteé aquellos palos de madera, que servían como prisión desde mi infancia, fue lo más placentero que experimenté. ¿Qué se compara con la gloria de sentirse libre?
Apenas salí corrí hasta más no poder y relinché con gozo. El frío me heló las patas, pero aquello no importó, estaba feliz.
Al rato me topé con el lago. Era sólido, ¡sólido! Una completa locura. Así que me animé a pasar por él. No avancé mucho. En un momento escuché un crujido y, para cuando me di cuenta, nadaba para sobrevivir. En circunstancias normales podría haber llegado a la orilla, pero el agua estaba muy fría y perdí fuerzas rápidamente.
Después todo oscureció... valió la pena.

Imagen de Pixabay | kudybadorota
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