El viernes pasado dejé una reseña de un libro de Haruki Murakami, el sábado hablé sobre Okja, la película de Bong JoonHo y el domingo dejé una reflexión sobre el libro del viernes. Si hoy traigo una película surcoreana, parecería intencional el spam asiático, pero todo ha sido circunstancial, se los prometo.
Nae meorisokui jiwoogae (A Moment to Remember) traduce Un momento para recordar y es una película de 2004, dirigida por John H. Lee que cuenta una historia de amor y de olvido. En pocas palabras, vemos a los jóvenes Su-Jin y Cheol-Su que se cruzan un día de forma azarosa, cuando ella vuelve a un mini market para recuperar una gaseosa que había olvidado sobre la barra y se topa con él en la puerta. Son personas que, en circunstancias normales no se encontrarían, pero al parecer el destino tiene otros planes porque no sólo los vuelve a cruzar en una segunda oportunidad, con un eco del primer encuentro, sino que Cheol-Su trabaja en una construcción que está a cargo del padre de Su-Jin. Pensamos entonces que será una historia sobre la diferencia de clases de las familias, pero la película se va por otro lado.
Es ella la que hace los primeros lances y decide conquistar a Cheol-Su (él es un poco más seco de carácter, pero acaba enamorándose también) y los vemos caminar, conocerse, crecer juntos; él estudia y se gradúa e incluso se casan y se mudan a vivir juntos. Pero mientras vemos el desarrollo de su relación, también vemos cómo Su-Jin comienza a acudir al médico con mayor frecuencia. De la primera parte sabemos que sufrió un colapso durante un hecho de su pasado, relacionado con su pareja anterior, pero lo que parecía ser sólo estrés, o nervios, en verdad resulta ser un monstruo mucho más grande: la chica tiene Alzheimer.
Al ser consciente de su condición y de evidenciar en su vida diaria lo frustrante de su padecimiento, Su-Jin decide abandonar a Cheol-Su. No quiere que él lleve el peso de ese dolor, no quiere que él esté allí cuando la degeneración de su memoria le haga olvidarle y le impida reconocerle, pero él la ama y como es su esposo, le dice "yo recordaré por los dos".
Crece entonces el drama y las emociones se mantienen a flor de piel. El mal de Su-Jin no tiene cura, pero su avance se puede ralentizar con medicación, así que ella intenta no olvidar tan pronto, aunque su detino sea inevitable. La vemos escribir dos cartas muy emotivas, la primera cuando abandona a Cheol-Su y la segunda cuando recuerda, emocionada, muchos detalles de sus encuentros, pero hacia el final, llega el olvido. Él quiere construirle una casa (se ha graduado de arquitecto), ella quiere recordarlo y vemos cómo todo avanza hacia la secuencia final en la que Cheol-Su decide regalarle un momento, quizás un último momento... no sabemos más porque entonces la película acaba.
La historia tiene drama, risas, situaciones difíciles, sentimientos encontrados, ternura, hay buena química entre los protagonistas y aunque el núcleo es sobre una historia de amor y enfermedad, hay muchos elementos que agregan valores adicionales y detalles más allá de esa relación, como ese extraño soundtrack compuesto casi en su totalidad por boleros cantados en español. La pérdida de la memoria dentro de una relación nos recuerda a 50 first days con Adam Sandler y Drew Barrymore, pero en esta oportunidad la situación es un poco más grave y el tratamiento es más profundo y dramático. Para mí es una cinta de por lo menos 7/10 puntos y una buena opción para los amantes de las historias románticas, esos a quienes les gusta que la pantalla les arranque sonrisas, lágrimas y algún que otro suspiro.
Reseñado por @cristiancaicedo
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