Fight Club (Película): ¿hay alguien que no la haya visto?

Normalmente suelo compartir reseñas sobre las películas que veo a los pocos días de haberlo hecho y con tantas cintas que salen cada mes y los nombres de actores, actrices, directores y guionistas que voy descubriendo de un film a otro, lo cierto es que siempre hay y habrá más películas de las que pueda reseñar. Esto es peor aún para las cintas que vi hace mucho tiempo, esas que me impactaron mucho antes de comenzar a redactar entradas para esta plataforma. Entonces, para subsanar la ausencia de algunas de esas grandes películas que están entre mis favoritas pero que no veo hace un buen rato, he decidido intercalar las reseñas de las nuevas producciones con un vistazo a esas cintas aferradas a mi memoria. Vale destacar que la valoración sobre estas últimas será más personal, quizás menos objetiva y sin duda más emocional porque es como si hablase de mis libros favoritos; y entre esos libros y películas, se encuentra la cinta de 1999 de David Fincher: Fight Club.

La historia empieza con un innominado joven (Edward Norton) que lucha contra el insomnio asistiendo a grupos de apoyo porque el llanto catártico (aunque sea de males que no tiene) lo ayuda a dormir. Hasta que un día, en un vuelo de negocios, conoce a un hombre que además de ser carismático, parece saber lo que dice: sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. El nombre de este hombre es Tyler Durden (Brad Pitt), dos palabras que quedan para siempre en el imaginario de quienes se acercan a esta película. El protagonista anónimo recibe la tarjeta de Tyler quien es un vendedor de jabón, usa chaqueta de cuero y maneja un auto deportivo; en pocas palabras, es todo aquello que el personaje de Norton, con su trabajo corporativo, su departamento de catálogo y su vida vana, predecible y monótona no es y que, en el fondo, quisiera ser. Después de verse un par de veces e intercambiar algunas ideas sobre las que vale la pena reflexionar largamente, a la salida de un bar, Tyler dice a su amigo: golpéame. No sin luchar contra sí mismo y una moralidad heredada de la sociedad en la que vive, su amigo lo golpea y tras intercambiar unos puños más, descubre lo catártico que puede resultar pelear. Y allí comienza todo.

Aunque a muchos les parezca increíble, aún hay personas que no han visto esta película y en honor a ellos trataré de no revelar los puntos más significativos de la trama ni revelar esos giros inesperados en el guión. Comenzaré por decir que, a pesar del nombre, la película no trata de hombres que se golpean por placer, abarca mucho más: la denuncia de una sociedad que vive de apariencias, en donde vale más tener que ser; las enfermedades mentales; la fugacidad de la existencia, la identidad, la búsqueda del propio destino, la autoaceptación, la violencia también, claro, pero no sólo la violencia externa sino la que bulle dentro de cada uno, la represión de los sentimientos y de las emociones... en fin, son tantas las fibras que toca que hay que verla para poder entenderlo.

Y es así desde el papel. Fight Club es la adaptación de una novela del escritor norteamericano Chuck Palahniuk, quien se caracteriza por denunciar en sus ficciones el estilo de vida americano y una sociedad con valores culturales subvertidos (en una de sus otras novelas habla de ruidófilos y silenciofóbicos). De él, he leído Nana, Mounstruos invisibles (una novela increíble sobre la superficialidad y fugacidad de la belleza, o más bien sobre los estándares sociales de la belleza) y Diario. Una novela, pero ninguna me impactó tanto como El club de la pelea. Claro, ya había visto la película cuando leí el libro, pero aún así la forma de escribir de Palahniuk y la fuerza de la novela (una fuerza que fue trasladada a la gran pantalla) dejan un resgusto a vértigo, a velocidad, a un verdadero golpe en el rostro cuando se acaban las páginas. Si tienen la oportunidad de leer a Palahniuk, háganlo. En mi caso, a pesar de que no se parece a los autores o libros que más me gustan, o quizás precisamente por ello, considero sus libros, éste en particular, como una joya en mi biblioteca.

Volviendo a la película y a las razones de su impacto social y de por qué se considera una película de culto, tenemos la violencia ligada a una trama profunda. No quiero decir complicada, sino a motivaciones con una raíz en lo más hondo del espíritu humano. El anhelo de libertad, de combatir un sistema que se considera y se sabe injusto, corrupto y manipulador, la emancipación de una maquinaria que nos devora un día a la vez, todo ello late en el pecho de las personas que al ver a Tyler y a su amigo luchar contra estos ideales sociales, lo hacen también en nombre de los que no se atreven, de los que no renuncian a un trabajo insoportable por miedo, de los que no hacen las cosas que quieren hacer porque no deberían hacerlo, ¿quién puede evitar emocionarse con estos rebeldes que hacen lo que muchos quisiéramos hacer?

Y claro, también está el amor. Pero no el romance, las idas al cine y las flores, no hay cabida para eso en Fight Club. De allí que la damisela en peligro de esta historia sea una autodestructiva mujer llamada Marla (¡otro nombre memorable!) que resulta extrañamente magnética en la pantalla a pesar de su rareza, ¿y quién mejor para interpretar a una mujer así que Helena Bonham Carter? En un punto de la película, el protagonista le dice a Marla "Te conoci en un momento muy extraño de mi vida" y la frase resulta de un inusitado romanticismo, no sólo por lo honestas que son sus palabras, sino por todo lo que ha ocurrido hasta entonces. No sé si sea la historia de amor que alguno quisiera tener, pero es inevitable reconocer que una historia así y un protagonista como ese necesitaban una musa como Marla, con esta estampa:

Fight Club es de 1999 y ¿quién mejor para participar en esta película que el hombre de la década, Brad Pitt? Lo habían visto ya en Thelma & Louise, Meet Joe Black y en Seven, en donde también colaboró con Fincher, pero sin duda uno de sus papeles más icónicos fue el de Tyler Durden. Siendo así, por eso me sorprendo cuando me encuentro a un amigo o a una persona que no ha visto esta cinta. No voy a hablar de películas para hombres y películas para mujeres, para no entrar en discusiones; pero sí diré que hay personas que indiferentemente de su sexo u orientación sexual, prefieren las películas de acción puras y duras como Die Hard, Rápidos y Furiosos y cosas así, mientras que a otros nos gustan más los dramas, los thrillers y el Cine con mayúscula. A mi manera de ver las cosas, esta película es una buena recomendación para el primer grupo, hay acción, golpes, explosiones, cigarrillos, violencia, que además puede halarlos un poco más hacia el segundo grupo, debido a la profundidad de la trama y a la dirección de Fincher.

Guión, fotografía, montaje, efectos visuales y de sonido, todo está ejecutado y pensado al detalle. Es una película diferente (no diferente a todas, porque por allí habrá algunas con las que guarde relación, pero sí una película que no es de las más comunes), que genera una extraña adicción porque no conozco una persona que la haya visto una sola vez. Es raro cuando me encuentro con alguien que no la ha visto - y en parte eso es lo que busco corregir con esta entrada - pero es menos frecuente conseguir a alguien que la haya visto en una única oportunidad: o nunca la han visto, o la han repasado muchas veces. Yo la vi un par de veces ya iniciada en la televisión, cuando no existía el streaming y había cortes comerciales y completa, de inicio a fin, por lo menos tres veces que pueda recordar. Sé que han sido más. No tiene la magia de La La Land, ni la nostalgia derrotista de Her - dos de mis películas favoritas de todos los tiempos - pero aún así, Fight Club vive en mi memoria como una de mis cintas más queridas, esas que puedo volver a ver en cualquier momento y que no puedo calificar con menos de un 10/10. Si eres de los pocos que no la ha visto, ya sabes qué puedes hacer este fin de semana.

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