Parálisis del sueño [ENG/ESP]

Mire a mi madre y la tocó por los hombros, ella estaba distraída hablando con mi abuela. Mis hermanos jugaban con sus amigos una partida de futbito; me siento a un lado de ellos y les veo jugar, mientras un sol increíble les hace sudar muchísimo, pero ellos están extasiados y poco les importa exponerse a los rayos ultravioleta.

Todos ríen, todos hablan con voz fuerte y se dejan llevar por la brisa vespertina. Mi padre está sentado frente al televisor, un programa en el cual comprabas letras para adivinar una palabra se cierne en los altavoces, haciendo que me sobresalte. El perro le ladra a una paloma que brinca sin parar sobre el bahareque y los gatitos pelean jugando con un algodón.

Miro al cielo y reflexiono acerca de que así se podría sentir estar muerto. Un viejo recuerdo me persigue; yo en junio de 1998. Mi tío Antonio había recibido un golpe muy fuerte en el pecho, nadie me contaba nada, en aquel entonces, mi inocencia les hacía pensar que yo no comprendería los pesares de la vida. La muerte, descubrir que todo en esta vida es vanidad. Ya yo lo sabía, aunque nunca había sido testigo de nada igual.

Entonces alcancé el lugar donde lo vi pasar; estaba aprendiendo a deponer en una de esas bacinicas con temática anime que, finales de los años noventa, estaban tan de moda. Me sentaba horas a imaginar historias incontables, fantasía infantil, inocencia hecha en un mundo mágico. Recuerdo mirar a la pared y ver la silueta transparente del tío Antonio, él caminaba sin rumbo acompañado de otras dos apariciones que no pude distinguir.

Me quedé mirándoles hasta que desaparecieron, atravesando una pared muy corta, pero que para aquel entonces me parecía inmensa. Me limpié la vista, quizás había visto mucho tiempo al cielo, quizás estaba viendo mal y me deshice rápido de mi bacinica buscando a mi madre, que por aquellos años amamantaba a uno de mis hermanos.

Esa misma tarde murió mi tío, nadie me lo dijo, pero yo supe que no le volvería a ver. Lo único que no comprendía era porque todos lloraban. La muerte para los niños es algo incomprensible, ni siquiera había sobrepasado los 5 años de edad y ya lo entendía. ¿Era acaso que el espíritu del tío Antonio estaba desandando desde antes de su inminente muerte?

Me cansó de pensar en eso y procuro volver a la habitación. No era de tomar siestas vespertinas, nunca he tenido un sueño regular; dormir para mí era un terreno desconocido, monstruos y criaturas infernales me habían acompañado desde que tenía uso de razón. Mi mamá me asustaba, a ella no le gustaba que durmiera de día. Si lo hacía, no dejaría dormir a nadie en aquella casa y me dejaría solo en un sillón hasta que decidiera dormirme.

Mi hermano mayor, siempre me molestaba cuando me veía durmiéndome en uno de los sillones. Él se iba al colegio y yo luchaba por mantenerme despierto viendo la televisión o leyendo algún libro. En una de aquellas tardes, viendo uno de aquellos dibujos animados, caí rendido ante Morfeo; un fuerte estruendo sacudió el techo y me caí de la cama despavorido. Un feo visaje, de aspecto lúgubre y de presencia maligna, me hizo gritar a grandes voces.

Mi madre me tomó en sus brazos tranquilizándome, había sido solamente una pesadilla y la amonestación por dormir en las tardes llegaría sin misericordias. Entonces dormir para mí se convirtió en un terreno desconocido, al cual me daba miedo acceder, porque a pesar de que sabía que eran maquinaciones de mi mente, lo sentía tan real como la realidad.

Una vieja amiga de mi abuela llegaba a la casa, la gente decía que tenía un pacto con el diablo. Mi abuela decía que cuando la conoció, todavía ella aún era una niña y Rita era una mujer que sobrepasaba los 100 años. Ella me miró extrañada, me esquivó y no me quitó la vista de encima. Hasta entonces no comprendía como era que ella me veía y los demás no. Ella se aferró a la silla y miraba aterrorizada lo que había detrás de mí.

Un demonio increíblemente fuerte me reclamaba como suyo y me llevaba en peso hacia quien sabe dónde, yo gritaba por ayuda, pero nadie podía escucharme, solamente Rita parecía estar consciente de la situación que estaba atravesando. Logré zafarme de aquel ser infernal y correr hasta la habitación, donde yacía mi cuerpo bañado en sudor, pero no lograba entrar y sentía que la presencia del demonio carcomía mis entrañas.

Gritaba a Dios por su ayuda, pero no recibía respuestas. Rita se presentó en la puerta de la alcoba y comenzó a zarandear mi cuerpo, pero una increíble pesadez le impedía moverme con fuerza. Entonces una luz se acrecentó sobre mi vista y volví en sí, ante la mirada angustiada de aquella anciana. Ella no dijo nada, se limitó a salir por la puerta y volver a ocupar el sillón que antes tenía. Nadie pareció darse cuenta de lo que acababa de ocurrir, miré el techo largo rato y complementé mi tiempo entre versículos de la biblia.

Parálisis del sueño, eso estaba experimentando. Cuando pude salir de la habitación, estaba cansado, miré largamente a Rita, quien parecía ignorarme. Nunca supe como ella había podido verme aquella tarde, ni que hizo para que volviera en sí, pero estaba seguro de que a veces mi espíritu divagaba por los senderos invisibles; aquello que no podemos ver.