Acostado en mi cama, apenas despertando luego de 4 cortas horas de sueño, debido a trabajos pendientes la noche anterior; viendo fijamente al flayer de una publicidad del vehículo Ford Focus que está pegado en mi pared, me fuí imaginando las labores que me deparaba el día; un poco de rutina cotidiana entre el trabajo y quehaceres, para luego culminar liberando un poco el estrés con un buen ejercicio por mi comunidad, aplicando caminatas, pesas y barras, además de las conversaciones con los amigos que no pueden faltar a eso de las 6 pm cuando todos salen de sus “cuevas” para socializar.

Por fin tome la decisión de levantar mi cuerpo y espíritu de aquella cama que no me quería soltar; tome mi taza de café y un par de pancitos con mantequilla bien tostados, de los que deje uno de ellos dispuestos sobre la mesa para ir por el al culminar el primero. Bastante relajado, encendí mi PC para activarme con unas buenas rolas musicales.

Confiado, fuí por mi segundo pan tostado, el cual imaginaba con muchas ansias, ya que el hambre mañanero estaba bastante fuerte. “¡ME TUMBARON!” dije en voz baja, pero, ¿quién?, me puse a sacar cuentas: estaba solo en casa, no creo estar loco como para habérmelo comido sin recordarlo, ¿habrá “muertos” aquí?.

Lo confieso, me asusté, no quería ni entrar a mi cuarto, tomé agua y decidí salir al patio. Mientras estoy abriendo la puerta observo a un gato negro, de espaldas, muy tranquilo el gatito, sin romper ni un plato; yo de curioso me acerco a él, cuando me doy cuenta de que el enemigo lo tenía en la casa; lo encontré disfrutando de ese pan con mantequilla, bien tostadito, como si no hubiese algo más sabroso que comer, u otra persona a la que robarle, gire la mirada y me doy cuenta que la ventana de la cocina estaba abierta de par en par; ¡pero que sigilo el de este animalito!.

Desde ese entonces lo apode “EL GATO NINJA”, y del cual me cuido cada día por la habilidad tan impresionante de ser tan cauteloso que me podría dejar esta vez sin almuerzo si me vuelvo a descuidar.