Hace algunas semanas escribí mi primera reseña sobre la escritora japonesa Hiromi Kawakami, Los amores de Nishino (Libro): la diferencia entre amar y ser amado; aquel libro funcionaba como una colección de relatos sobre las diferentes amantes de un mismo hombre que, al unirse, constituían la novela. Me gustó tanto que pronto me hice con otro libro de Kawakami, en esta oportunidad una novela en toda regla: El cielo es azul, la tierra blanca.
El título original del libro es Sensei no kaban que traduce algo así como El maletín del maestro (nombre que fue conservado para la adaptación cinematográfica), y fue publicado en español por editorial Acantilado, junto a otros libros dela autora.
La novela cuenta la historia de Tsukiko, una mujer de treinta y ocho años que es independiente, vive sola y trabaja en una oficina. No ha tenido hijos y no es una mujer muy abierta ni popular. Al contrario, es bastante reservada y no tiene amigos. Una noche se encuentra en un bar con uno de sus antiguos profesores del colegio, treinta años mayor, y comienzan a conversar. El azar, o más bien la rutina, los hacen coincidir en ese bar y al observarlos, vamos notado muchas afinidades entre ellos, a pesar de su diferencia de edad. Aquello que Tsukiko no había encontrado en sus contemporáneos, parece residir en el profesor Matsumoto, “No solo nos gustaban los mismos aperitivos, sino que también estábamos de acuerdo en la distancia que dos personas deben mantener”.
Así que, como es natural, conforme va avanzando la historia, vemos cómo Tsukiko se va enamorando del profesor, sin darse cuenta. Allí está uno de los elementos más atractivos de la narración de Kawakami, porque la novela es contada por Tsukiko y el lector se da cuenta de sus sentimientos, mucho antes de que ellas los reconozca y los acepte. Se enamoró sin querer.
Otra de las cosas que me encantó de la novela es que el profesor y su ex alumna son dos seres solitarios que no se hacían compañía, era más bien estar consigo mismos junto al otro: pagaban por separado, eran bruscos al hablar, manteniendo la distancia; es decir, no hubo un flirtreo en toda regla y sin embargo, el amor germinó en el corazón de ambos.
A pesar de su edad, Tsukiko es miedosa, insegura, celosa y a veces reacciona de manera infantil. Por su parte, el profesor Matsumoto es educado, solemne, escribe Haikus, lee y enseña literatura japonesa. Los personajes, al igual que la relación evolucionan y nos van dejando reflexiones sobre la soledad, el amor, la muerte, la vejez y lo que me gusta llamar la inevitabilidad del amor, pues sin quererlo y en contra de lo que pretendían conseguir con sus encuentros casuales en el bar, se enamoran de una forma profunda, irremediable e incluso aterradora.
Las relaciones humanas guardan espacios para el misterio, pero también para los descubrimientos inesperados, siendo el amor uno de los tesoros más preciados cuando se desentierran de los lugares menos pensados. La evolución de la historia de amor entre Tsukiko y el profesor Matsumoto es lenta y progresiva, cargada de soledad y de vacíos que van desapareciendo a medida que sus heridas van sanando, llegando eventualmente a fundir sus soledades en una compañía no invasiva, serena, natural. Sus corazas no se quiebran estrepitosamente, más bien se disuelven sin hacer ruido hasta que la distante Tsukiko realiza una simple pero maravillosa confesión: “Con usted iría al fin del mundo, maestro”. Se trata, en resumen, de una historia de amor no convencional, pero profunda e intensa a pesar de la serenidad de la superficie. No hay sacrificios, suicidios, grandes viajes y hazañas en nombre del amor, pero en la barra de un bar, o en el banco de un jardín, con la serenidad característica de la literatura japonesa, es una de las historias de amor más hermosas que he leído. No por nada fue adaptada al cómic y también al cine, con lo que tienen entonces tres vías para acercarse al profesor y a Tsukiko, protagonistas de una memorable historia de amor.
Reseñado por @cristiancaicedo
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