El mundo de las letras se rindió a los pies de Irène Némirovsky en el año 2.004 cuando su novela póstuma Suite francesa fue aclamada por la crítica y los lectores a lo largo y ancho del continente europeo. Diez años más tarde, la versión cinematográfica de esa historia amplió las filas de sus adeptos y poco a poco fueron apareciendo otros trabajos suyos, inéditos algunos y reeditados otros, que la confirmaron como una de las grandes escritoras del siglo pasado.
Hace algunos años leí varios de sus libros; además de la mencionada Suite francesa, pude leer Los perros y los lobos, Jezabel, Nieve en otoño y dos de mis favoritos, El ardor en la sangre (novela que leí en inglés y en español) y una pequeña joya literaria llamada El baile, que he leído en varias ocasiones. La psicología de los personajes creados por Némirovsky, su prosa elegante y su ritmo narrativo me gustan mucho; de alguna forma, leerla me genera un sensación similar a la que me produjeron las novelas de Sándor Márai (curiosamente ambos son editados por Salamandra en español). Así que cuando, en una visita al pueblito de Farrellones, descubrí una pequeña estantería con libros disponibles para que cualquier persona tomase uno de forma gratuita como una manera de fomentar y apoyar la lectura entre los visitantes y noté que entre ellos había un ejemplar de una novela de la autora de El vino de la soledad, entre otras cosas menos interesantes para mí, no lo pensé mucho y me traje a casa este libro titulado El maestro de almas.
El libro, publicado por entregas en el semanario Gringoire, cuenta la historia de Dario Asfar, un joven médico originario de Crimea que llega a Niza acompañado de su esposa y de su hijo recién nacido. Atormentado por las deudas, Dario lucha desesperadamente por captar más clientes, pero en la sociedad de esa época y lugar parece no haber oportunidades para alguien con su procedencia, su tez algo más oscura y su condición de pobre. Al principio, intenta salir adelante buscando apoyo en algunos conocidos, pide que lo recomienden, se ofrece como médico ante varias personas que siempre prefieren acudir a algún otro médico, francés por lo general, y la pobreza que cada vez cerca más el destino de Dario y de los suyos, casi se diría que lo empuja a hacer cosas que parecían contrarias a su personalidad y sus virtudes. Son los años de auge del psicoanálisis y las teorías freudianas, así que, ante la necesidad de un cliente potencial que es multimillonaro, Dario se transforma en terapeuta, en un charlatán dispuesto a ofrecer a los ricos burgueses el sosiego del alma y la felicidad que tanto anhelan a cambio de unos cuantiosos honorarios. El éxito es tal que pronto lo solicitan otras personas con mucho dinero, su situación mejora de gran manera, gana reputación, fortuna y la sociedad comienza a referirse a el como el maestro de almas.
Un poco como en Shakespeare, en las obras de Némirovsky, cada una de ellas se centra en una emoción, en una pregunta capital. Otelo es los celos, en el caso del bardo; para la escritora rusa, Jezabel habla de la vanidad, El baile de la rebeldía y la venganza y El maestro de almas es una historia sobre la avaricia y la corupción del poder que da el dinero. Dario Asfar se pregunta en las primeras páginas "¿Por qué para otros la vida tenía un sabor sutil y delicioso?" él sufría la pobreza, el riesgo de que algo pudiera pasarle a su esposa y a su pequeño hijo y vende el alma al diablo para conseguir dinero, transformándose poco a poco en el hombre opuesto a lo que era. Antes fiel a su mujer, luego compra amantes; antes un médico de los cuerpos, luego se convierte en un tratador de la mente humana; y su pobreza queda atrás cuando consigue amasar una gran fortuna y la reputación de alguien que sana el alma... si se tiene suficiente dinero para pagarle.
A pesar de tener una vida llena de lujos, Dario siempre quiere más: "Necesito dinero. Para defenderte, para vivir", dice a su esposa y asistimos así a la corrupción del alma del famoso maestro de las de los demás. La novela se lee rápido, como los demás libros de la autora y es un ladrillo más en el edificio de su legado literario que sigue creciendo año tras año, ¿qué más hubiera escrito Irène Némirovsky si no la hubieran enviado a Auschwitz en donde falleció en 1942? Queda el sinsabor de enunciar un reclamo más a ese nefasto episodio que fue la Segunda Guerra Mundial, pero la alegría de que a pesar de morir antes de los cuarenta años de edad, esta escritora rusa tuvo una juventud prolífica, literariamente hablando, y tenemos muchas obras para seguir leyéndola. Si no han leído a Némirovsky, les invito a que ubiquen alguno de sus libros que, con la excepción de Suite francesa, son bastante cortos y fáciles de leer. Por mi parte, me siento agradecido de haberme reencontrado con su prosa después de un buen tiempo y espero que no sea este mi último encuentro con sus novelas.
Reseñado por @cristiancaicedo
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