Himno (Libro): una distopía con profundidad filosófica.

Una pequeña joya literaria

Ayn Rand fue una novelista, dramaturga, guionista pero sobre todo una filósofa nacida en Rusia y nacionalizada estadounidense, que desarrolló un sistema filosófico al que llamó Objetivismo. Rand defendió la razón como el único medio de adquirir conocimiento y de su obra destacan, además de sus ensayos filosóficos, las novelas El manantial, Los que vivimos (su primera novela) y sobre todo La rebelión de Atlas, considerada su novela cumbre. Pero después de su primera ficción y antes de publicar las siguientes, Rand publicó en 1938 esta pequeña joya del género distópico, desconocida para muchos.

Lo primero que hay que decir de Himno es que no es una novela. Es más bien una especie de poema, de prosa poética, o de reflexión novelada; aunque está estructurada por capítulos, si se tomase como una novela, tendría sería fallas de estilo. Pero lo importante de este libro no es tanto la forma, sino su contenido.
La historia está ambientada en una especie de Edad Media del futuro. Se trata de una sociedad en la que los hombres no pueden elegir, porque todo está determinado de antemano por las autoridades (el Estado). Hombres y mujeres viven para comer y servir. Al llegar a cierta edad y después de una educación rígida y planificada, un Consejo de vocaciones elige el destino de cada hombre, asignándole una tarea que debe cumplir dentro de la sociedad, de manera similar a cómo ocurre en Un mundo feliz de Aldous Huxley o la saga más reciente, Divergente. Después del trabajo, todos asisten a Reunión Social para oír discursos sobre los deberes e himnos del partido, de las instituciones; y luego van al teatro a Recreación Social donde ven obras que exaltan los "valores" de dicha organización.

Evidentemente se trata de mecanismos de control social, de adoctrinamiento y manipulación, que persiguen un sólo objetivo: la reducción de los espacios del Yo. El Estado decide en donde y de qué manera una persona puede ser útil para la sociedad y para los demás, pero esa utilidad es su único propósito, ignorando sus deseos o su felicidad. “Las leyes dicen que ningún hombre debe estar solo, nunca, en ningún momento, porque esta es la transgresión y la raíz de todos los males”. Todo es colectivo, el hombre ha perdido la conciencia de sí mismo, de su individualidad, de su imagen incluso, porque en la ciudad no hay espejos. Todo esto es palpable en el lema colgado en el Palacio del Consejo Mundial:

“Somos uno en todos y todos en uno.
No hay hombres sino sólo el gran NOSOTROS.
Uno, indivisible y para siempre”

En medio de esa sociedad de humanos cosificados, donde los ancianos (hombres y mujeres que cumplen cuarenta años) son enviados a La casa de los inservibles; donde existe un Palacio de Apareamiento y un Tiempo de apareamiento y “Los niños nacen cada invierno, pero las mujeres no ven nunca a sus hijos y los niños no conocen a sus padres”; donde se han establecido pensamientos prohibidos, deseos que los hombres no deberían tener, e incluso el lenguaje es prohibitivo y en él abundan referencias veladas como El bosque inexplorado, los tiempos innombrables o la palabra impronunciable; en donde existe el miedo “todos lo sienten y nadie se atreve a hablar” y el conocimiento muestra un retroceso a pesar de ser llamado el Gran Renacimiento “aprendimos que la tierra es plana y que el sol gira alrededor de ella”; donde usan reloj solar, alumbran con velas, escriben sobre pergaminos... en medio de esa sociedad, surgió un hombre diferente.

Igualdad 7-2521, ese es su nombre, es designado como barrendero, a pesar de haber demostrado estar mejor calificado para la Casa de los Estudiosos. Pero no se resigna a su destino. A pesar de saber que “No es bueno ser diferente a nuestros hermanos, pero es malvado ser superior a ellos”, su curiosidad lo lleva a descubrir un túnel abandonado al cual después lleva velas que roba, ácidos, polvos, animales muertos que encuentra en las calles y comienza a estudiar por su propia cuenta. Es la sed de conocimiento que bulle en él, la voz de una conciencia individual que aún no conoce pero que lleva dentro de sí y a la que se refiere como “Este llamado que ninguna voz ha hecho”.

El libro exalta la individualidad e iba a llamarse originalmente Yo, pero era un título muy directo. Según la autora, todos los capítulos son una preparación para el verdadero Himno que son los dos últimos, en los cuales se encuentra plasmada la semilla de su filosofía. Igualdad 7-2521 descubre el valor de la libertad al huir de la ciudad y experimenta la satisfacción y el orgullo de valerse por sí mismo. Ante el pensamiento colectivo, esa sociedad condena la individualidad y evita una palabra que el protagonista encuentra: Yo. Todo el conocimiento que va (re)aprendiendo llega a él desde un pasado olvidado, escondido en el inconsciente colectivo. Se trata del (re)descubrimiento del hombre que dice en sus últimas páginas “Yo soy. Yo pienso. Yo quiero” y afirma que “La elección de mi voluntad es el único mandato que debo respetar”.

Como distopía, recuerda a 1984, a Fahrenheit 451 y a Un mundo feliz, pero sólo esta última es previa a Himno; las demás son posteriores. Se trata también de la denuncia de los sistemas totalitarios pero con una dimensión filosófica más profunda y con la diferencia de imaginar una sociedad futurista más primitiva. Sin embargo, todas estas obras distópicas tomaron elementos de la realidad: el stalinismo, las juventudes hitlerianas, son algunos ejemplos de sistemas y grupos que tenían prácticas similares a las planteadas por estas novelas, pero que fueron retratadas de forma un tanto "exagerada" para enunciar sus peligros. Ayn Rand es una de esas autoras que vale la pena leer y la relectura de esta pequeña joya es parte de mi proyecto de profundizar en su pensamiento, sobre el cual iré compartiendo mis impresiones a medida que vaya leyendo sus otros libros.

Reseñado por @cristiancaicedo


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