A subir al ático, remover las telarañas y abrir el baúl de los recuerdos, porque esta semana la gente de #Club12 nos trae un interesante #Reto12votos titulado "Juego de Mesa":
... se trata de evocar esos recuerdos de nuestra infancia y con ellos hablar sobre esos juegos con los que nos recreábamos y ocupábamos nuestros tiempos libres y sobre todo con los que estimulábamos nuestros cerebros.
Sé que aún existen, pero no sé si se habrán adaptado a los tiempos modernos introduciéndose en una pantalla, si serán conocidos por los niños de hoy en día o si sólo se trata de un anacronismo cuyo encanto está en ser retro, en lucir vintage. Pero cuenta la leyenda que hace no mucho tiempo atrás existían unos juegos diseñados para compartir en grupo, en familia y pasar horas de diversión alrededor de una mesa; eran tan divertidos que incluso el cine los utilizaba ¿o no recuerdan Jumanji?... con algo de nostalgia les hago una invitación: acompáñenme a descubrir esta hermosa historia.
Antes de la Playstation, del Wii, de la X-Box, del Nintendo 64, mucho antes de Candy Crush y los smartphones, los niños y los no tan niños tenían principalmente dos formas de divertirse: afuera de la casa jugando fútbol, béisbol, corriendo, saltando; y adentro de la casa, con los juegos de mesa.
Un poco después, apareció en mi vida el Monopoly. Mis hermanos y yo éramos niños sin ningún tipo de educación financiera más allá de conocer los precios de las cosas. Hipotecas, rentas, eran términos que no entendíamos plenamente. Para nosotros era cobrar 200$ en cada vuelta y comprar todas las propiedades que pudiéramos para cobrarle a los que pasaran por allí, llegando incluso a un acuerdo tácito de repartirnos las propiedades según el grupo al cual pertenecieran. Pensándolo bien, creo que los sectores capitalistas y los oligopolios del mundo estarían orgullosos de nosotros. Lo que no nos gustaba era que el juego nunca terminaba. Pasábamos horas y horas jugando y nadie iba a la quiebra, así que en algún punto recogíamos todo y ya. Es un juego no recomendable para los más pequeños, pero que ayuda al niño a familiarizarse con la idea del dinero, comprar, vender, administrar... aunque en los últimos años, he visto que aprenden directamente con el dinero real.
Dos juegos que descubrí saliendo de la adolescencia y que me habría encantado tener en mi infancia fueron el Scrabble y el Pictionary. En el primero, la construcción de las palabras con las letras disponibles es desafiante, además de que el tablero tiene unos colores llamativos, pero sobrios, dándole la impresión de ser un juego más serio que otros. La puntuación no siempre me quedaba clara, pero era más divertido que el Boggle. En cuanto al Pictionary, tener que dibujar contrarreloj cosas tan particulares como Electrocardiograma o Vincent Van Gogh y ver cómo cada persona aborda el concepto de una manera diferente es bastante divertido. En este juego me ayudó mucho mi habilidad para dibujar y mi rapidez para interpretar los dibujos de los otros. Es el juego que más jugué de grande, cuando me reunía con algunos amigos a quienes les gustaban este tipo de actividades.

Nunca jugué Calabozos y dragones, o Conqueror ni nada similar. No era muy geek, me gustaba más lo tradicional. Y ahora que digo ese término: ¿qué juego de mesa es más venezolano que el dominó? pero primero ¿es un juego de mesa? yo creo que lo es porque aunque no posee un tablero como tal, necesita una mesa, una superficie plana, para jugarse.
Hoy día, todos los domingos, mis tíos y tías van a casa de mio abuelo a jugar dominó. Crecí, como tantos venezolanos, familiarizado con el juego y aprendí lo básico para poder divertirme con él. Los naipes, las cartas de Uno y similares, no sé si entren en esta categoría. Un último recuerdo que de seguro compartirán, aunque no sé si se trate de un juego de mesa propiamente dicho, tiene que ver con tomar una hoja de papel y trazar en ella varias columnas identificadas (Nombre, Apellido, Ciudad, Color, Animal...), tantas como los jugadores acordaran, para luego, tras el pronunciamiento de una letra del alfabeto, rellenar cada columna lo más rápido posible y poder gritar Stop! para que los demás jugadores no siguieran escribiendo. Era el que más jugábamos en el colegio en las horas muertas y era un quebradero de cabeza cuando alguien anunciaba "Q", "X" o la desaparecida "Ñ".En la actualidad ya no veo a la venta estos juegos de mesa en las jugueterías (aunque debo recalcar que en Venezuela hay muchos artículos que emigraron hace mucho tiempo) y mi impresión general es que los niños de hoy prefieren un control y una pantalla plana. Los juegos de video han acaparado la atención y en la mayoría de los casos individualizado la diversión porque se pueden jugar en línea con personas alrededor el mundo, pero en la habitación está el niño, solo con su consola. Valdría la pena sacarlos del encierro virtual de vez en cuando y conectarlos con el resto de la familia frente a un tablero de Ludo, o Pictionary. En el caso de los venezolanos, creo que es una buena alternativa para aprovechar las horas muertas provocadas por las frecuentes interrupciones del servicio eléctrico; pueden reunir a los jóvenes alrededor de la mesa y comenzar el relato con la clásica evocadora fórmula: "Cuando yo era chamo...".
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